Marla Olmstead tenía cuatro
años la primera vez que sus pinturas fueron colgadas en una galería de arte; no
en las paredes de un salón de clases o en la refrigeradora de su casa sino en
una galería de verdad con clientes de verdad dispuestos a pagar dinero de
verdad. Por esos días la pequeña se convirtió en la persona más famosa en haber
salido jamás de Binghamton, en el estado de Nueva York.
Su popularidad contradijo una
de las canciones que Lou Reed escribió para Andy Warhol, en la que dice “cuando
creces en un pueblo pequeño, piensas: nadie famoso salió de aquí” De hecho,
varios críticos de arte compararon a Marla con el mismo Warhol (15 minutos de
fama, cuánta razón, ¿tenía Warhol YouTube antes que nosotros?) pero también con
Picasso y con Pollock.
Y sí, en este siglo es más
fácil ser famoso o por lo menos ser visto por millones de personas, pero igual,
estamos hablando de una niña de cuatro años cuyos primeros cuadros, catalogados
como arte moderno y abstracto, se vendieron por miles de dólares en una sola
noche. Es más, el revuelo fue tal que el programa 60 Minutos le dedicó un especial entero en televisión y, después de
mostrarla como una aparente niña prodigio, la acusó de fraude basándose en el
testimonio de una psicóloga infantil.
En 2007, el director de
documentales Amir Bar-Lev estrenó en Sundance Mi niño podría haber pintado eso, una película protagonizada por
Marla y su familia, en la que los padres defienden la autenticidad de las obras
de su hija y él se pierde entre las muchas dudas y pocas certezas que le revela
su investigación. Al final, el documental no se pone ni de un lado ni del otro y
el espectador debe llegar a sus propias conclusiones, lo mismo que cuando uno
se para frente a una supuesta obra de arte.
El
tema, el gran tema, es si el arte se puede –o se debe– calificar. ¿De verdad a
tanta gente le gusta Pollock? ¿La pequeña Marla es como Picasso?, ¿es mejor?
Estas son las preguntas equivocadas. La única verdad es lo que sientes cuando
lees, cuando ves, cuando escuchas. La verdad es que te falte el aire y quieras contárselo
a todo el mundo. La verdad eres tú.
(El Comercio)
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