Esa canción no está ahí por
gusto. A la media hora de película suena What Is and What Should Never Be, de Led Zeppelin, y la historia termina de
empezar. El título significa “lo que es y lo que nunca será” y de muchas
maneras de eso se trata Juegos del
destino: de lo que uno es aunque
no quiera y de lo que uno nunca será por más que se esfuerce. No es, como a
ratos parecería, sobre la resignación y la aceptación y la búsqueda de paz
interior. Para nada. Es sobre la lucha.
Un hombre que fue internado en
un psiquiátrico tras casi matar al amante de su esposa a golpes, es rescatado
por su madre (grande Jacki Weaver) y devuelto a la casa en que creció para,
digamos, curarse por sí solo. Todavía tiene que tomar pastillas y visitar a un
psicólogo, pero eso lo tiene sin cuidado. Lo que más le importa es salir a
correr con una bolsa de basura encima del calentador, sudar, bajar de peso y recuperar
a su esposa: como si volver al pasado, a la normalidad, fuese garantía de un
futuro mejor. Ese hombre es Pat, muy probablemente el mejor Bradley Cooper hasta
la fecha (yo le hubiera dado un Oscar por la primera ¿Qué pasó ayer?), un actor que de a poco se libra de su apariencia
física y se hace querer y, más importante aún, importa. Pat está tocado, sin
duda. No es normal y quizás nunca lo sea pero, como dicen en el grupo de apoyo de
Ralph El Demoledor, eso no es malo. De
hecho, su insolente, bipolar y combustible disfuncionalidad termina por
salvarlo cuando conoce a una mujer igual de tocada que él. Con la aparición de Tiffany
(Jennifer Lawrence, que hasta ahora no pierde una) la cinta gana ovarios y
actitud, pero también pierde: todo el asunto del baile (¿una tradición
americana?) es demasiado. Aún así, metida hasta las rodillas en un desenlace
que bien podría ser sólo ridículo, se levanta y nos levanta porque, entre otras
cosas, hace rato que Robert De Niro no estaba tan bien (los fanáticos de los
deportes están locos pero son socialmente aceptados), que no conocíamos a una
familia en la que nos sintiéramos tan a gusto y que una película que tenía todo
para ser menor se convertía en mayor.
Que una comedia agridulce y
romántica con dos personajes medio dementes al centro esté nominada para ocho
premios Oscar es señal de que no todo está perdido. Quiere decir que no hace
falta abolir la esclavitud o rescatar rehenes de Irán o matar a Bin Laden para
ser tomado en cuenta. La gente todavía puede ser gente y sacudir y conmover con
sus problemas personales, moviéndose como mejor puede entre lo que es y lo que
nunca será.
(El Diario, 10/02/13)
3 comentarios:
La mejor película que he visto en lo que va del año... (PD: tengo muchas ganas de ver Amour, le tengo fe)...
RF
no sé si es la mejor, pero sin duda le apostó a las cosas a las que vale la pena apostarle. Todavía no veo Amour, Haneke a ratos me parece demasiado e incluso mal intencionado, pero esta vez, por lo que he podido ver, parece que encontró a la persona dentro de sí mismo...
Buena peli Brother......... me recordó otra buena peli Lars and the real girl.....
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