2.11.2013

Lo que es y lo que nunca será


Esa canción no está ahí por gusto. A la media hora de película suena What Is and What Should Never Be, de Led Zeppelin, y la historia termina de empezar. El título significa “lo que es y lo que nunca será” y de muchas maneras de eso se trata Juegos del destino: de lo que uno es aunque no quiera y de lo que uno nunca será por más que se esfuerce. No es, como a ratos parecería, sobre la resignación y la aceptación y la búsqueda de paz interior. Para nada. Es sobre la lucha.

Un hombre que fue internado en un psiquiátrico tras casi matar al amante de su esposa a golpes, es rescatado por su madre (grande Jacki Weaver) y devuelto a la casa en que creció para, digamos, curarse por sí solo. Todavía tiene que tomar pastillas y visitar a un psicólogo, pero eso lo tiene sin cuidado. Lo que más le importa es salir a correr con una bolsa de basura encima del calentador, sudar, bajar de peso y recuperar a su esposa: como si volver al pasado, a la normalidad, fuese garantía de un futuro mejor. Ese hombre es Pat, muy probablemente el mejor Bradley Cooper hasta la fecha (yo le hubiera dado un Oscar por la primera ¿Qué pasó ayer?), un actor que de a poco se libra de su apariencia física y se hace querer y, más importante aún, importa. Pat está tocado, sin duda. No es normal y quizás nunca lo sea pero, como dicen en el grupo de apoyo de Ralph El Demoledor, eso no es malo. De hecho, su insolente, bipolar y combustible disfuncionalidad termina por salvarlo cuando conoce a una mujer igual de tocada que él. Con la aparición de Tiffany (Jennifer Lawrence, que hasta ahora no pierde una) la cinta gana ovarios y actitud, pero también pierde: todo el asunto del baile (¿una tradición americana?) es demasiado. Aún así, metida hasta las rodillas en un desenlace que bien podría ser sólo ridículo, se levanta y nos levanta porque, entre otras cosas, hace rato que Robert De Niro no estaba tan bien (los fanáticos de los deportes están locos pero son socialmente aceptados), que no conocíamos a una familia en la que nos sintiéramos tan a gusto y que una película que tenía todo para ser menor se convertía en mayor.

Que una comedia agridulce y romántica con dos personajes medio dementes al centro esté nominada para ocho premios Oscar es señal de que no todo está perdido. Quiere decir que no hace falta abolir la esclavitud o rescatar rehenes de Irán o matar a Bin Laden para ser tomado en cuenta. La gente todavía puede ser gente y sacudir y conmover con sus problemas personales, moviéndose como mejor puede entre lo que es y lo que nunca será.

(El Diario, 10/02/13)  

3 comentarios:

Raul Farias dijo...

La mejor película que he visto en lo que va del año... (PD: tengo muchas ganas de ver Amour, le tengo fe)...

Juan Fernando Andrade dijo...

RF

no sé si es la mejor, pero sin duda le apostó a las cosas a las que vale la pena apostarle. Todavía no veo Amour, Haneke a ratos me parece demasiado e incluso mal intencionado, pero esta vez, por lo que he podido ver, parece que encontró a la persona dentro de sí mismo...

Santiaguito Medrano dijo...

Buena peli Brother......... me recordó otra buena peli Lars and the real girl.....