Lucas es inocente, pero eso sólo lo
sabemos nosotros. Saberlo nos conmueve. Saberlo nos desespera. Saberlo nos angustia.
Lucas trabaja como profesor en un kindergarten, los niños lo adoran y hay una
niña que quizás lo adora demasiado, que está platónicamente enamorada de él y
al no verse correspondida inventa un cuento que en el lenguaje de los adultos
se traduce como acoso sexual. Los adultos, claro, le creen a la niña y de a
poco empiezan a marginar a Lucas como si él cargara la peste negra sobre los
hombros. Lucas es inocente, pero eso sólo lo sabemos nosotros.
Lucas pierde su trabajo porque casi nadie
le cree; en realidad la mayoría de gente no quiere creerle, no quieren tomarse
la molestia. Lucas pierde también la oportunidad de conseguir la custodia de su
hijo, un adolescente que quiere vivir con él y que nunca, ni por un segundo,
duda de su inocencia. Lucas va al supermercado y el carnicero le dice que no
puede venderle carne y el administrador le pide que no vuelva a hacer las
compras en ese lugar y los empleados le caen a golpes y cuando lo tienen
sometido, arrodillado sobre la calle y sobre el dolor y sobre la vergüenza, le
lanzan latas de conservas y le rompen la cabeza y le rompen la nariz y Lucas
regresa a su casa cojeando y con la frente llena de sangre. En medio estamos
nosotros. En medio de la injusticia. En medio de las miradas como cuchillos. En
medio de la verdad y todo el resto de verdades. Somos cómplices de un crimen
que nunca se cometió y aunque tenemos ganas de llegar hasta ese pequeño pueblo
en algún lugar de Dinamarca para decirle a todo el mundo que Lucas es inocente no
podemos hacer nada. ¡Nada! Y nos frustramos. Y nos comemos las uñas. Y nos
agarramos la cabeza como si quisiéramos arrancárnosla. Somos testigos de la
maldad que sus propios amigos ejercen sobre Lucas, sufrimos el maltrato y nos encierran
los mismos ladrillos de silencio que cercan la vida de Lucas. En este punto ya
no somos simples espectadores, ¿cómo serlo?, ¿cómo quedarse quietos cuando la
vida de un hombre está siendo destrozada por una mentira? En este punto somos
personajes, personajes condenados a observar desde el otro lado, a ver y no
tocar, a gritar sin que exista la posibilidad de que alguien nos escuche.
El tiempo pasa en la pantalla pero se
siente mucho más lento, denso y pesado fuera de ella. El tiempo nos cae encima.
Las cosas cambian de lugar, algunas vuelven a su sitio y justo cuando creemos
que hay una oportunidad para la verdad nos damos cuenta de que el odio no
conoce sus propios límites porque nunca los tuvo. Y tenemos miedo. Miedo de los
demás. Miedo de lo que le pasará a Lucas cuando lo dejemos solo.
(El Diario)
2 comentarios:
Excelente reseña, excelente filme. Tal vez esta otra cinta sea de tu interés, Juan Fernando.
http://www.youtube.com/watch?v=FJuaAWrgoUY
Saludos.
Recién la vi, coincido excelente pelicula y fue la reseña que recuerdo que hace un año la leí que me hizo conocer... y ahora luego de verla volviendo a leer la reseña.. Slds
F.P
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