Hay un capítulo de la Liga de la Justicia
llamado “Un mundo mejor” en que los superhéroes, en una dimensión que
transcurre dos años en el futuro, gobiernan el mundo. Y cuando digo gobiernan
quiero decir exactamente eso: gobiernan. En esa dimensión Superman, Batman,
Linterna Verde y compañía mandan y no hay voz que pueda contradecirlos o desobedecerlos.
En ese mundo, que se parece tanto al nuestro, que podría ser el nuestro, levantar los brazos puede significar perderlos
para siempre y reclamar porque el mesero te ha traído la cuenta equivocada
puede llevarte a la cárcel: las autoridades hacen todo lo necesario para
mantener la paz y el orden. Todo.
El episodio empieza con la siguiente
escena: Superman irrumpe en la Casa Blanca y se abre camino por la fuerza hasta
llegar al despacho del presidente de los Estados Unidos, Lex Luthor, quien
tiene al mundo al borde de una guerra que podría destruir el planeta entero. Discuten.
Luthor le dice que todo es culpa de la gente y también de él, de Superman, de
su ego, de esa costumbre tan suya de amar ser el héroe. Y Superman, lleno de
ira y arrepentimiento, quiebra la ley que define su moral y usa los rayos que le
salen de los ojos para liquidarlo. En ese momento, Superman se rompe y nos queda
claro que es capaz de cualquier cosa. Dos años después, él es el jefe supremo.
En Villa Chica hay una revuelta
estudiantil provocada por jóvenes que piden elecciones (Superman dice que en
las elecciones “hay mucho que perder”), la policía los reprime, pero también
los reprimen Linterna Verde y la Mujer Halcón. Ella le dice, “¿Recuerdas cuando
les caíamos bien? Ahora veo el miedo en sus ojos” Y él responde, “¿Quieres
saber lo que es el miedo? Antes vivíamos con miedo de explotar en cualquier
momento”. En esa dimensión, los superhéroes toman todas las decisiones por
nosotros y hasta nos han robado el derecho de sentir temor cuando nos parezca necesario.
La misma Luisa Lane, durante una cena con Superman, le dice “La libre expresión
está muerta… lo único que quieres es que todos se arrodillen ante ti”.
Los superhéroes son quizás la única
mitología del siglo XX, confíanos en ellos porque sabemos que son más poderosos
que nosotros, que son capaces de hacer cosas que nosotros no, y sobre todo
porque creemos, acaso ingenuamente, que siempre estarán de nuestro lado y
pueden protegernos de nosotros mismos. Pero en “Un mundo mejor” las cosas
funcionan al revés. Los superhéroes nos han impuesto su visión del mundo y no
nos permiten elegir ni pensar. Esa gente en la que confiábamos tanto decide que
no somos una raza lo suficientemente evolucionada como para hacerse cargo de su
propio destino. Como dice Batman, “es un mundo sin crimen, sin víctimas, sin
dolor… y sin opciones”. Es mundo que ya no nos pertenece.
Queremos que alguien nos cuide, que
alguien se haga cargo de nosotros, que alguien, quien sea, nos asegure que todo va a estar bien sin que tengamos
que hacer mucho al respecto. Huimos. Corremos. Escapamos. Luego vienen los más
poderosos y, volviendo al Caballero de la Noche, mueren siendo héroes o viven
lo suficiente para convertirse en villanos: a veces por clamor popular. Volteamos
la vista para otro lado. Nos tapamos los ojos. Escogemos no mirar. Dejamos que
sean otros los que hagan el trabajo sucio porque preferimos no mancharnos las
manos, ni los pies, ni las rodillas. Allá, dos años en el futuro, eso es lo que
nos pasa. Confiamos en los poderosos y luego somos víctimas del poder. Podría
pasar en cualquier dimensión. Y en cualquier momento.
(SoHo)
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