8.19.2019

Un remember con Salinger



Encontré el libro entre las cosas de mi hermana. Se lo había prestado hace mucho tiempo, quizá un par de años, y jamás lo había recuperado porque ella se había mudado de casa y lo tenía guardado en alguna caja. Pero lo encontré, volví a encontrarme con él, y esa misma noche volví a leerlo, de una, completo, no pude ni quise contenerme, fue como si hubiera estado esperando que esas palabras volvieran a mí sin siquiera saberlo, como si volver a leer Franny and Zooey fuera lo que necesitaba para llenarme otra vez de fuerzas.

Cerca del final, cuando Zooey entra al cuarto que compartían sus hermanos mayores, lee esta cita del Bhagavad Gita: You have the right to work, but for the work’s sake only. You have no right to the fruits of work. Desire for the fruits of work must never be your motive in working. Never give way to laziness either. Me puse a pensar en las veces que uno escribe para impresionar a los demás, para gustar, para las becas y los premios, cuando uno cree que el verdadero trabajo no empieza sino hasta que lo ven y lo califican los otros, sin saber que es entonces cuando el trabajo ya está terminado, cuando ya no importa. Escribir pensando quién te va a leer y qué va a decir no tiene sentido, y quien lo haga terminará tan vacío y expuesto y quemado que no podrá decir mucho más que lo que le pidan que diga. Esa cita del Bhagavad Gita termina con una frase clave: They who work selfishly for results are miserable. ¿Será verdad?, ¿son verdaderamente miserables los que trabajan solamente buscando resultados? Me imagino a la gente que escala posiciones, que salta de trabajo en trabajo persiguiendo un mejor salario, que se supera, y supongo que la fortuna que amasan puede verse y tocarse pero que nadie puede realmente alimentarse de algo semejante.

Otra de las citas que lee Zooey, firmada por De Caussade, es esta: God instructs the heart, not by ideas but by pains and contradictions. Si Dios existe, quiero pensar que esto es verdad, que instruye nuestros corazones no con ideas sino con dolor y contradicciones. A veces miro a la gente que me rodea, en cualquier parte, en el parque o en el supermercado, en la calle o en algún restaurante, y todos parecen saber exactamente lo que están haciendo, parecen incluso estar siguiendo instrucciones, obedeciendo una voz de mando que yo francamente no sé de donde viene. Y los envidio. Quisiera andar por este mundo con esa seguridad. Yo siento que todos los pasos que doy son pasos en falso, que retrocedo o en el mejor de los casos me muevo lateralmente, como los cangrejos. Y eso, a veces, me hace sentir terriblemente solo. Pero ya sabemos que uno lee y escribe y crea para sentirse menos solo, que es ahí cuando encuentra a su gente y se da cuenta de que todo este tiempo ha estado acompañado, que el camino está poblado de gente como uno. No estamos solos, quizá estemos callados y el silencio tome la forma de la soledad, pero nunca solos. Dolor y contradicciones, basta hablar con cualquiera por más de cinco minutos para saber que él también está aprendiendo por las malas, como corresponde.      

Me acosté en mi cama y empecé a leer Franny and Zooey sabiendo que no iba a parar hasta el final porque quería llegar a ese momento, entre las tres o dos últimas páginas, cuando Zooey le cuenta a Franny que cuando ellos dos y sus hermanos mayores salían en un programa de radio, el mayor de todos, Seymour, le dijo que se lustrara los zapatos antes de salir al aire, que lo hiciera for the Fat Lady, por la señora gorda. Zooey dice que se la imaginaba pegada a la radio todo el día, espantando moscas en su casa, sudando, acaso enferma de cáncer, y que entonces tenía sentido lustrar sus zapatos antes de salir al aire en un programa de radio. Franny le cuenta que también a ella Seymour le habló de la señora gorda, que le dijo que fuera graciosa por la señora gorda, para la señora gorda, y que ella la imaginaba con las piernas gruesas y venosas, hinchadas, también sentada junto a la radio todo el día, también enferma de cáncer. En ese momento los dos hermanos se encuentran, y las diferencias que se habían interpuesto entre ellos a lo largo de la historia convergen en la fuerza del cariño. Es un momento impresionante, como para dejar caer el libro y desmayarse o trepar las paredes y acostarse en el techo a mirar las estrellas del piso. No hay nadie allá afuera que no sea la señora gorda, dice Zooey, no hay nadie en ningún lado que no sea la señora gorda… ¿acaso no sabes quién es realmente la señora gorda?, es el mismo Cristo, el mismo Cristo.

Todos somos señoras gordas. Escuchamos la radio como si fuera un túnel, una cueva a la que entramos y que después de la oscuridad que ocupa todas las cuevas nos revela el otro lado de las cosas, un lugar donde somos diferentes, donde somos mejores aunque sea por un momento. Todos trabajamos para señoras gordas. Es nuestro deber. Es nuestra obligación. Es la única forma de trabajar. Entrégalo todo, déjalo todo, abandona toda pretensión. Haz lo mejor que puedas hacer, no por ti, sino por ella.

2 comentarios:

CST52 dijo...

Ahora veo señoras gordas por todas partes

Juan Fernando Andrade dijo...

Hazlo por ellas...