Ray Loriga es un infante terrible que no se mató a los 27 y ahora está grande. Nació en Madrid, el 67. Ya pasó los 40. Tiene tatuajes, muchos. Tiene actitud. Es un rock star que escribe libros y dirige películas. A los 25 publicó Lo peor de todo, su primera novela. Con ese libro se puso en vitrina y la gente empezó a decir que Loriga era el futuro, un futuro de pastillas y trago y música alta y subsuelos donde la gente se mete heroína y se queda echada en el piso. Luego vinieron Héroes (1993), Días extraños (1994) y Caídos del cielo (1995). Tres en libros en tres años. Algunos dicen que Loriga es más cantidad que calidad, que de joven se creía lo máximo y que no es tan bueno como el cree que es. No dudo que se haya creído lo máximo. Pero es que tener 25 y leer que eres el nuevo mejor escritor de España es como mucho, para cualquiera.
Loriga se me hace como Johnny Depp. Ambos conocieron el éxito temprano y se empacharon. Depp chupaba como loco para escapar de su cara en las revistas para adolescentes faranduleras. Loriga se metía de todo y escribía sobre sí mismo. Las novelas de Loriga son, en teoría, autobiográficas. Vivía y escribía. Vivía y escribía. Vivía y escribía. Tuvo su época de icono pop y tuvo que mantener su mala reputación tan alta como pudo. El trabajo de Loriga era ser Loriga: estar mal, colgado del brazo de algún vicio, diciendo malas palabras y desmayándose en público. España lo necesitaba como ahora Estados Unidos necesita a Britney Spears. Si Loriga hubiese muerto, sería como Kurt Cobain y como Jim Morrison. Muchos querían que se muera para probar que la vida te cobra todo lo que le pides prestado. Pero Loriga no se murió. Y estoy seguro de que él y la vida están a mano, se llevan bien.
En el 97 trabajó con Almodóvar en el guión de Carne trémula y dirigió La pistola de mi hermano, su ópera prima. En el 99 escribió el que, dicen, es su mejor libro, Tokio ya no nos quiere. Dicen que es su mejor libro, su graduación como escritor propiamente dicho. Dicen que antes Loriga vivía del escándalo, de caerle mal a los adultos y de ser odiado por las mamas y manoseado por las hijas. No sé qué tan buena sea la novela ni porqué, se supone, es la novela de un escritor maduro y no la creatividad desbocada de un adolescente punk rock. Lo cierto es que Loriga se cansó de ser el Loriga de tabloide. Sus libros siguientes, Trífero (2000) y El hombre que inventó Manhattan (2004), se supone, son más craneados que insolentes. Estoy seguro de que algo pasó en medio. Loriga soltó el acelerador, se quitó la regla de libro por año, se dio una ducha y anduvo en tercera, relajado, mirando al frente, con las manos a las 10 y a las 2. poniendo direccionales y cediendo el paso a las ancianas que andan en VW’s.
Loriga ya no se pinta el pelo ni se pelea con los policías. Ya no lo necesita. Ahora escribe bien, bastante bien, piensa todo dos veces y produce como un animal. Tiene un programa de entrevistas en TV. Quienes lo han visto piensan que a Loriga se la va la mano, que es pesado y vanidoso y arrogante. Se me hace que Loriga odia la TV, que lo hace porque le pagan bien y quiere que sus hijos pequeños estén cómodos. Para desquitarse de la pantalla chica, sospecho, Loriga se hace el grande y se burla de sí mismo y de todos los que lo miran. El año pasado estrenó el film Teresa, el cuerpo de Cristo, con Paz Vega y Leonor Watling. Dicen que sus películas no son ninguna gran cosa. No las he visto, pero les tengo fe. Siento que Loriga está de mi lado, que es uno de los nuestros. Seguro, en su casa, tiene muchos discos increíbles.
Escribo sobre Loriga porque Días aún más extraños, su nuevo libro, está en Quito y está muy bueno. Es una colección de artículos de prensa más una carta al escritor argentino Rodrigo Fresán más dos cuentos.
Acá lo que subrayé.
Del cuento: Virginia se enamora.
Lucía es rubia y alta y monísima. Gini es alta y morena y guapa. No tan guapa como Lucía, claro. Gini nada muy deprisa. Lucía es perezosa. Gini lee novelas, Lucía lee novelas de amor. Gini llora. Lucía también. Las dos, Gini y Lucía, tienen poco pecho, las dos piensan en una operación, Lucía está reuniendo dinero, lo cual no es difícil, porque es rica y es muy guapa y ya no tiene que ayudar en la farmacia y vive en París y todo eso. Lucía le ha enseñado a Gini el pecho que quiere. No es muy grande, es el pecho con el que desearía haber crecido. El pecho que Dios le debe. Lucía ha recortado el pecho de una actriz famosa, no quiere que Gini vea la cara, quiere que vea sólo su pecho, el pecho de Lucía, que ya imagina suyo ese pecho bien formado, pero discreto. Gini en cualquier caso reconoce la foto y el pecho y sabe a qué actriz pertenece, pero no dice nada.
El cuento es perfecto y tiene un personaje secundario que no tiene nada que envidiarle a, digamos, Sancho Panza.
Del artículo: Los libros quemados.
John Cheever se levantaba todas las mañanas muy temprano, se ponía un traje de tres piezas, cogía un maletín y llevaba a sus hijos a la parada del autobús en el Upper West Side de Manhattan. Después de despedir a los críos con la mano, volvía a entrar a su edificio, pero en lugar de subir a su piso, bajaba hasta un pequeño cuarto junto a las calderas en el que había puesto una mesita y, sobre ésta, su máquina de escribir. Una vez allí, se quitaba el traje y escribía en calzoncillos, el calor de las calderas así lo exigía, hasta que los niños volvían del colegio. Entonces se vestía de nuevo, agarraba su maletín vacío e iba a la parada del autobús a recogerlos. Día tras día, Cheever fingía tener un empleo y una oficina y una posición que no tenía. Le avergonzaba confesar a sus hijos que en realidad no era más que un escritor.
Creo que en el fondo a los libros les gusta ser quemados, en la plaza no, en el almacén, tal vez porque los escritores somos todos muy vanidosos y cualquier luz que ilumine nuestro nombre por un instante es bien recibida, aunque sea la luz de las llamas, o tal vez porque los libros quemados en la plaza arden convencidos como ningún otro de sy efectividad y su peligro.
Cheever, padre devoto.
Del artículo: Una herida antigua.
Los que nos hemos impuesto la absurda obligación de escribir películas nos enfrentamos a menudo a esta duda fundamental: ¿qué asuntos merecen subir a la gran pantalla y cuáles están mejor dónde están? En la literatura, por ejemplo, o en la vida.
Del artículo J. L G.
A Godard le llamábamos God, que es Dios en inglés; también a Bergman le llamábamos Dios. Ninguno de los dos se enfadaba.
Del artículo: Después del dolor.
No hay bandera que valga una vida, la patria es una sopa, un aroma, un recuerdo, un monte, un verso. No hay patria que se refleje en un charco de sangre.
Del cuento: Buenas noches (publicado en McOndo, la antología de 1996). Lo incluyo porque es un gran cuento y es como la voz en off de River Phoenix en My Own Private Idaho (1991), de Gus Van Sant.
Hay algo que he aprendido en todos estos años: puedes dormir en cualquier parte pero no puedes despertarte en cualquier parte.
Cuando era pequeño me quedaba dormido en la mitad de los partidos de fútbol, sobre todo si jugaba de portero o si tenía que rematar un córner. Esperar acontecimientos nunca ha sido mi fuerte.
Mi hermana me mandó hace poco una carta pero la verdad es que ahora que no tengo a nadie prefiero no tener definitivamente a nadie.
Creo que la tranquilidad me mantiene despierto. Son los problemas los que me dan sueño.
Del artículo Gracias, señor Dylan.
Plagiando, con libertad, la gran chaqueta metálica de Kubrick: dentro de cada ignorante hay un fan de Bob Dylan luchando por salir. Cuando mi hijo me pregunte por qué carajo venimos al mundo, tendré muy clara la respuesta: para escuchar discos de Bob Dylan.
Rodrigo Fresán le vio lavarse los pantalones vaqueros con el jabón de manos de un hotel de lujo. Cuando alguien le sugirió que mandase los pantalones a la lavandería, Dylan contestó que hacía ya muchos años que su padre le había enseñado a lavarse sus propios pantalones. Penélope Cruz me contó, después de compartir con él un rodaje, que Dylan nunca come de lo suyo y que prefiere comer un poco de lo que le den los demás. Y que con eso le basta. Andrés Calamaro, al que tanto quiero y tanto extraño, guarda su segundo de Dylan con el mismo celo con el que guarda todo lo suyo. Y así hemos ido todos, en peregrinación, buscando al Dylan que llevamos dentro.
Lo cierto es que resulta complicado hablar de Dylan, porque la razón se desboca y se vuelve uno cursi y argentino.
Una vez le pagué un café a Bob Dylan en Sevilla y, en contra de la leyenda (probablemente Bob Dylan no es un santo ni un monstruo, sino lo que podría llegar a ser un hombre en el mejor de los casos), me devolvió una sonrisa y me ofreció su mano y me regaló esos dos minutos con Dylan que cualquier admirador que se precie se ha pasado la vida buscando. ¿Y qué me dijo? Me dijo gracias. Y yo le dije: no, señor Dylan, gracias a usted.
Dios fumando.
Aguante Loriga.
Loriga se me hace como Johnny Depp. Ambos conocieron el éxito temprano y se empacharon. Depp chupaba como loco para escapar de su cara en las revistas para adolescentes faranduleras. Loriga se metía de todo y escribía sobre sí mismo. Las novelas de Loriga son, en teoría, autobiográficas. Vivía y escribía. Vivía y escribía. Vivía y escribía. Tuvo su época de icono pop y tuvo que mantener su mala reputación tan alta como pudo. El trabajo de Loriga era ser Loriga: estar mal, colgado del brazo de algún vicio, diciendo malas palabras y desmayándose en público. España lo necesitaba como ahora Estados Unidos necesita a Britney Spears. Si Loriga hubiese muerto, sería como Kurt Cobain y como Jim Morrison. Muchos querían que se muera para probar que la vida te cobra todo lo que le pides prestado. Pero Loriga no se murió. Y estoy seguro de que él y la vida están a mano, se llevan bien.
En el 97 trabajó con Almodóvar en el guión de Carne trémula y dirigió La pistola de mi hermano, su ópera prima. En el 99 escribió el que, dicen, es su mejor libro, Tokio ya no nos quiere. Dicen que es su mejor libro, su graduación como escritor propiamente dicho. Dicen que antes Loriga vivía del escándalo, de caerle mal a los adultos y de ser odiado por las mamas y manoseado por las hijas. No sé qué tan buena sea la novela ni porqué, se supone, es la novela de un escritor maduro y no la creatividad desbocada de un adolescente punk rock. Lo cierto es que Loriga se cansó de ser el Loriga de tabloide. Sus libros siguientes, Trífero (2000) y El hombre que inventó Manhattan (2004), se supone, son más craneados que insolentes. Estoy seguro de que algo pasó en medio. Loriga soltó el acelerador, se quitó la regla de libro por año, se dio una ducha y anduvo en tercera, relajado, mirando al frente, con las manos a las 10 y a las 2. poniendo direccionales y cediendo el paso a las ancianas que andan en VW’s.
Loriga ya no se pinta el pelo ni se pelea con los policías. Ya no lo necesita. Ahora escribe bien, bastante bien, piensa todo dos veces y produce como un animal. Tiene un programa de entrevistas en TV. Quienes lo han visto piensan que a Loriga se la va la mano, que es pesado y vanidoso y arrogante. Se me hace que Loriga odia la TV, que lo hace porque le pagan bien y quiere que sus hijos pequeños estén cómodos. Para desquitarse de la pantalla chica, sospecho, Loriga se hace el grande y se burla de sí mismo y de todos los que lo miran. El año pasado estrenó el film Teresa, el cuerpo de Cristo, con Paz Vega y Leonor Watling. Dicen que sus películas no son ninguna gran cosa. No las he visto, pero les tengo fe. Siento que Loriga está de mi lado, que es uno de los nuestros. Seguro, en su casa, tiene muchos discos increíbles.
Escribo sobre Loriga porque Días aún más extraños, su nuevo libro, está en Quito y está muy bueno. Es una colección de artículos de prensa más una carta al escritor argentino Rodrigo Fresán más dos cuentos.
Acá lo que subrayé.
Del cuento: Virginia se enamora.
Lucía es rubia y alta y monísima. Gini es alta y morena y guapa. No tan guapa como Lucía, claro. Gini nada muy deprisa. Lucía es perezosa. Gini lee novelas, Lucía lee novelas de amor. Gini llora. Lucía también. Las dos, Gini y Lucía, tienen poco pecho, las dos piensan en una operación, Lucía está reuniendo dinero, lo cual no es difícil, porque es rica y es muy guapa y ya no tiene que ayudar en la farmacia y vive en París y todo eso. Lucía le ha enseñado a Gini el pecho que quiere. No es muy grande, es el pecho con el que desearía haber crecido. El pecho que Dios le debe. Lucía ha recortado el pecho de una actriz famosa, no quiere que Gini vea la cara, quiere que vea sólo su pecho, el pecho de Lucía, que ya imagina suyo ese pecho bien formado, pero discreto. Gini en cualquier caso reconoce la foto y el pecho y sabe a qué actriz pertenece, pero no dice nada.
El cuento es perfecto y tiene un personaje secundario que no tiene nada que envidiarle a, digamos, Sancho Panza.
Del artículo: Los libros quemados.
John Cheever se levantaba todas las mañanas muy temprano, se ponía un traje de tres piezas, cogía un maletín y llevaba a sus hijos a la parada del autobús en el Upper West Side de Manhattan. Después de despedir a los críos con la mano, volvía a entrar a su edificio, pero en lugar de subir a su piso, bajaba hasta un pequeño cuarto junto a las calderas en el que había puesto una mesita y, sobre ésta, su máquina de escribir. Una vez allí, se quitaba el traje y escribía en calzoncillos, el calor de las calderas así lo exigía, hasta que los niños volvían del colegio. Entonces se vestía de nuevo, agarraba su maletín vacío e iba a la parada del autobús a recogerlos. Día tras día, Cheever fingía tener un empleo y una oficina y una posición que no tenía. Le avergonzaba confesar a sus hijos que en realidad no era más que un escritor.
Creo que en el fondo a los libros les gusta ser quemados, en la plaza no, en el almacén, tal vez porque los escritores somos todos muy vanidosos y cualquier luz que ilumine nuestro nombre por un instante es bien recibida, aunque sea la luz de las llamas, o tal vez porque los libros quemados en la plaza arden convencidos como ningún otro de sy efectividad y su peligro.
Cheever, padre devoto.
Del artículo: Una herida antigua.
Los que nos hemos impuesto la absurda obligación de escribir películas nos enfrentamos a menudo a esta duda fundamental: ¿qué asuntos merecen subir a la gran pantalla y cuáles están mejor dónde están? En la literatura, por ejemplo, o en la vida.
Del artículo J. L G.
A Godard le llamábamos God, que es Dios en inglés; también a Bergman le llamábamos Dios. Ninguno de los dos se enfadaba.
Del artículo: Después del dolor.
No hay bandera que valga una vida, la patria es una sopa, un aroma, un recuerdo, un monte, un verso. No hay patria que se refleje en un charco de sangre.
Del cuento: Buenas noches (publicado en McOndo, la antología de 1996). Lo incluyo porque es un gran cuento y es como la voz en off de River Phoenix en My Own Private Idaho (1991), de Gus Van Sant.
Hay algo que he aprendido en todos estos años: puedes dormir en cualquier parte pero no puedes despertarte en cualquier parte.
Cuando era pequeño me quedaba dormido en la mitad de los partidos de fútbol, sobre todo si jugaba de portero o si tenía que rematar un córner. Esperar acontecimientos nunca ha sido mi fuerte.
Mi hermana me mandó hace poco una carta pero la verdad es que ahora que no tengo a nadie prefiero no tener definitivamente a nadie.
Creo que la tranquilidad me mantiene despierto. Son los problemas los que me dan sueño.
Del artículo Gracias, señor Dylan.
Plagiando, con libertad, la gran chaqueta metálica de Kubrick: dentro de cada ignorante hay un fan de Bob Dylan luchando por salir. Cuando mi hijo me pregunte por qué carajo venimos al mundo, tendré muy clara la respuesta: para escuchar discos de Bob Dylan.
Rodrigo Fresán le vio lavarse los pantalones vaqueros con el jabón de manos de un hotel de lujo. Cuando alguien le sugirió que mandase los pantalones a la lavandería, Dylan contestó que hacía ya muchos años que su padre le había enseñado a lavarse sus propios pantalones. Penélope Cruz me contó, después de compartir con él un rodaje, que Dylan nunca come de lo suyo y que prefiere comer un poco de lo que le den los demás. Y que con eso le basta. Andrés Calamaro, al que tanto quiero y tanto extraño, guarda su segundo de Dylan con el mismo celo con el que guarda todo lo suyo. Y así hemos ido todos, en peregrinación, buscando al Dylan que llevamos dentro.
Lo cierto es que resulta complicado hablar de Dylan, porque la razón se desboca y se vuelve uno cursi y argentino.
Una vez le pagué un café a Bob Dylan en Sevilla y, en contra de la leyenda (probablemente Bob Dylan no es un santo ni un monstruo, sino lo que podría llegar a ser un hombre en el mejor de los casos), me devolvió una sonrisa y me ofreció su mano y me regaló esos dos minutos con Dylan que cualquier admirador que se precie se ha pasado la vida buscando. ¿Y qué me dijo? Me dijo gracias. Y yo le dije: no, señor Dylan, gracias a usted.
Dios fumando.
Aguante Loriga.
14 comentarios:
Estimado Juan Fernando,
Buena tu reseña de Ray Loriga. Gracias. Bien escrita además. Yo me leí “El hombre que inventó Manhattan” y me dio cosquillas, angustia y vértigo. En una palabra: me pareció re-bueno. Después me leí “La pistola de mi hermano” y me pareció un plagio de “Consejos de un discípulo de Joyce a un fanático de Morrison” de A. G. Porta y Bolaño. A pesar del “plagio” no pude dejar de leer el libro porque es de esos libros que no puedes dejar de leer, porque si lo haces te pierdes solito. En fin, decidí no volver a leer a Loriga por ser un copión. Pero con tu reseña me has convencido. Ya a ver si me compro este libro que dices y Tokio ya no nos quiere.
Por cierto, ¿qué opinas de Rodrigo Fresán?
Chao.
EM
hey
EM,
gracias x tu comentario. conocí a Loriga en McOndo, con el cuento Buenas Noches. curioso que hables d plagios, xq a mi ese cuento me pareció un plagio de My Own Private Idaho. y no dudo q lo sea. pero el cuento es tan bueno q lo vale.
c me ocurre q a Loriga, como buen rockero q es, le gustan los covers.
luego leí Días aún más extraños y quedé atrapado. Loriga no es perfecto ni mucho menos, pero siento q está en mi bando, x así decirlo. y, a la final, los escritores q t hacen compañía, a los q aprecias y quieres como panas, son los escritores d tu vida.
sobre Fresán. humildemente creo q es el nuevo Borges. un Borges súper culto y súper cultura pop. Historia Argentina, su primer libro, d cuentos, me mató. a veces siento q es casi demasiado inteligente, pero como es Fresán uno tiene q corear sus canciones.
como dice Alberto Fuguet, "el mundo es de Fresán, nosotros sólo vivimos en él"
eso
espero q sigas viniendo x acá
t mando un abrazo
salud!!!
Hola Juan Fernando:
El comentario que estoy escribiendo no tiene relación en cuanto a la entrada de este blog, estoy escribiendo aquí porque no sabía en donde escribir un comentario acerca de un artículo tuyo en la revistas Diners del mes de marzo que hablaba acerca del miedo de los adolescentes.
El artículo me pareció muy bueno, pero para ser sincera me interesó mucho más porque al principio del artículo hablabas acerca de los comentarios que recibías de diferentes personas cuando te preguntaban qué hacías para ganarte la vida, y tu siempre respondías con que hacías lo que más te gustaba hacer que era escribir, y enseguida hiciste referencia acerca de la fe que las personas están perdiendo en el Ecuador.
Pensé que el artículo se iba a desarrollar acerca de este tema, pero luego iniciaste con el tema de los adolescentes y a lo largo del artículo continuaste con el mismo tema.
Cuando te referías a la fe que se está perdiendo imaginé que te referías a los casos de muchos que para ganarse la vida hacen cosas que realmente no les gusta hacer, y por el miedo a arriesgarse, o la comodidad de seguir en lo mismo no se atreven a darle un giro a la vida.En fin, me pareció un tema super interesante del cual creo que habría mucho que hablar y discutir, y me gustaría mucho que lo tengas en cuenta en tus futuros reportajes, sabiendo de antemano que el que lo va escribir es alguien que gusta de lo que hace para ganarse la vida, o con comentarios de diferentes personas que estén o no en el mismo caso que tu.
Ojalá y estas sugerencias sean bien recibidas :)
Saludos,
Gina
hola Gina,
gracias x tu mensaje. estoy d acuerdo. casi q pensé en escribir sobre los resultados d la adolescencia, usándome como personaje, pero recapacité y preferí hablar de los d ahora, d los nuevos.
lo otro, lo d la cantidad d gente q no hace lo q quiere, como bien dices, da para mucho. d alguna forma siento q está en todas mis crónicas, tanto para Diners como para SoHo. y es una d esas cosas q yo llamo "mis temas".
la idea sigue y seguirá conmigo. tal vez pase a la ficción, en forma de cuento o novela. ya t avisaré cuando esté seguro.
mientras tanto, Gina, sigo haciendo lo q quiero y buscando otra gente q esté en las mismas. buscando aliados, q es para lo q sirve este blog.
espero otros comentarios tuyos.
abrazo
jfa
Hola Juan Fernando:
Pues me parece super interesante la idea de que tomes ese tema y lo conviertas a una novela o cuento; cómo te contaba en mi entrada anterior cuando leí el artículo realmente pensé que ibas a desarrollar ese tema a lo largo del reportaje pero no fue así, por eso mi sugerencia de que lo incluyas en tus futuros temas.
Y bueno, esas pequeñas líneas que escribiste acerca de que si uno se dedica a lo que realmente le gusta hacer me llegaron muchísimo porque en este último tiempo ( en esta ultima semana para ser mas exacta) he estado reflexionado mucho si estoy o no en mi vocación correcta, y es por eso que cuando leí ese pequeño párrafo sentí que se trataba un poco de mi historia y que por cuestiones del destino ese día tenía que leer ese párrafo para que esa idea que ha estado rondand en mi cabeza tome más fueza. Casi nunca leo la revista Diners, sinceramente nunca la leo y ese día la leí por pura casualidad de la vida, y como te darás cuenta creo que estaba muy paranoica, pero me dije a mi misma: el que escribió el artículo tiene que seguir con la historia (jaja) y bueno por eso mi presencia aquí.
Realmente, me parece muy bueno que sea éste uno de "tus temas" como tu lo dices y mejor aún saber que de alguna manera las personas que escriben en revistas se encargan de escribir de esos problemas o males que afectan a nuestra sociedad.
Avísame cuando tengas lista esa novela, cuento o historia, y si quieres testimonios de los que estamos del otro lado de la vida, los que empezamos a dudar o meditar acerca de nuetra vocación también avísame; diferentes perspectivas, supongo que cuentan y son importantes, jeje.
Saludos,
Gina
Lo mejor de Loriga... estar con esa tipa de Cristina y los subterráneos...
yeah!
Gina,
dudar, eso d creerse al otro lado d la vida, es el primer paso. el salto es largo y la caída puede ser dura, pero toca irse barranco abajo, sin frenos, estrellarse, y luego unir las piezas d lo q eras y convertirlas en lo q quieres ser.
no c cuándo salga mi próximo libro. espero q este año. entonces lo haré público x esta vía.
gracias x tu interés
suerte
llegué a esta página, simplemente, por una mezcla de azar y curiosidad. llegué y leí, pero después de un rato paré de leer lo que estaba leyendo porque encontré algo que llamó mi atención y que me pareció inusual dada la red de vínculos que me trajeron hasta este lugar.
y justo lo que vi es algo que he seguido hace muchos años, casi con un fanatismo extremo, por lo que podría hablar y debatir mucho tiempo sobre Loriga, sobre Ray.
no sé cómo empezar, en especial porque es mucho lo que me gustaría decir, así que para no dar tanta lata, diré que había muchos dicen en el artículo, especialmente cuanod ya se aborda el tema de Tokyo ya no nos quiere.. no es que digan (creo yo en mi simple opinión) si no que es, de verdad un excelente libro. por cierto, conseguirlo ahora es lo más difícil, pues la editorial ya lo descontinuó y habría que buscar en librerías llamadas de viejo. yo conservo mi copia como un tesoro.
por otra parte, lo ideal es leerlo en orden, aunque no es primordial, pero sí funciona como una forma de ver la evolución en su escritura, los cambios que se producen.
es bueno sber que llegó por esos lados días aún más extraños, porque es una revisión de un libro antiguo de Loriga, con cosas nuevas, y por eso haría énfasis en el aún. de por sí, ese era uno de los libros que era prácticamente imposible de encontrar y es un gran acierto tenerlo de nuevo cerca, y con nuevas cosas, hecho que hace tiempo no se producía (me pregunto si influirá en esto su ruptura con la otrora vocalista de Cristina y los subterráneos...)
y para no dar más la lata, y acotar algo que leí en un comentario, la pistola de mi hermnao es un remake de caídos del cielo, que se hiso después de que se lelvó a la pantalla grande ese libro, por loque no sé si es tan fiel al original o cómo habrá variado, pues aún no lo leo.
y sobre el plagio... no sé...cada uno verá y entenderá lo que estime conveniente.
saludos!!!
Miguel W,
gracias x haber llegado a este blog. no importa cómo, lo q importa es q estás aquí.
y sí, buscando a Loriga, q dolor saber lo d Tokio ya no nos quiere, tocará buscarla en las tiendas d libros usados.
entre todos, vamos empujando para q Loriga vaya d tour...
saludos
BIEN JUAN
MUY INTERESANTE LO DE LORIGA, CREO QUE A LLEGADO A IDENTIFICARSE. CON UNA GENERACION QUE UNICO QUE HACE ES PREGUNTAR?
EN LA QUE ME INCLUYO
SALUD
VISITANOS EN
www.proyectodogmaecuador.blogspot.com
www.elmundodelacruz.blogspot.com
MUY INTERESANTE LO DE LORIGA, CREO QUE A LLEGADO A IDENTIFICARSE. CON UNA GENERACION QUE UNICO QUE HACE ES PREGUNTAR?
EN LA QUE ME INCLUYO
SALUD
VISITANOS EN
www.proyectodogmaecuador.blogspot.com
www.elmundodelacruz.blogspot.com
BIEN JUAN
MUY INTERESANTE LO DE LORIGA, CREO QUE A LLEGADO A IDENTIFICARSE. CON UNA GENERACION QUE UNICO QUE HACE ES PREGUNTAR?
EN LA QUE ME INCLUYO
SALUD
VISITANOS EN
www.proyectodogmaecuador.blogspot.com
www.elmundodelacruz.blogspot.com
¡¡¡Vaya cantidad de tonterias que acabo de leer!!!
¡¡Y Loriga no tiene ningún programa de televisión!! Hizo una vez en entrevistador (a sus amiguetes, por cierto) en un programa que se llamaba Carta Blanca, NADA MÁS.
Que fuese de guay no significa que lo
sea o que lo fuera. Y jamás se ha drogado. ¡¡¡¿PERO DE DÓNDE HAS SACADO TANTAS GILIPOLLECES?!!!
Quieres ver cosas donde no las hay. Deja las drogas, chaval.
Saludos desde España
Que si Ray Loriga hubiese muerto sera como Kurt Cobain o Jim Morrison!? Vaya que tontera mas enorme! Cobain era un genio y Morrison tambien, y Loriga no es mas que es un escritorzuelo de tercera fila, un invento del marketing.
Publicar un comentario