Me han pedido varias veces que publique entrevistas. No entrevistas hechas por mí sino entrevistas que otra gente ha tenido la generosidad de hacerme. No lo había hecho porque se me hacía demasiado pretencioso y medio chancho, la verdad. Pero me mandan este cuestionario desde La Habana-Cuba, para una revista literaria, y siento que es una buena oportunidad. Acá va.
1.- ¿Qué explicación puede existir de tu llegada a las letras, o de ellas a vos?
El aburrimiento. Nací y crecí en una ciudad muy pequeña, un pueblo grande, digamos. O eras deportista o eras borracho o eras drogadicto y borracho y deportista. Yo no era deportista (aunque claro, lo primero que quise ser en la vida fue futbolista). Mi relación con las drogas no pasa de lo social (aunque claro, me encantaría ser un rock star y decir que me meto de todo, así no sea verdad) y de alguna escapada en feriado. Disfruto beber. O sea que tenía tiempo libre, harto tiempo libre. Fue así como comencé a leer. En parte porque leer era pensar que mi pueblo no era el mundo entero, leer era apostar por más. En parte, también, porque leyendo participas de una realidad que no es la tuya, y aquello es algo muy pero muy saludable, sobre todo cuando esa realidad que no es la tuya se parece sospechosamente a la tuya y, separado de todo lo que te rodea, descubres que alguien ya pasó por esto por lo que tu estás pasando ahora.
Lo que se llama escribir arrancó poco después, a los quince o dieciséis. Y fue básicamente potenciar lo que sentía cuando leía. Esto es, vivir en un mundo donde las cosas no se salen de control a menos que yo quiera que así suceda. Un mundo donde puedes hacer lo que te da la gana. Un mundo donde dices todo lo que quieres, cuando quieres y como quieres. Un mundo donde peleas, pierdes, ganas, aprendes y, sobre todo, superas, sigues viviendo. Mejor aún si tu mundo privado conecta con otros mundos privados, y esa soledad necesaria para leer y escribir se junta con otras soledades hermanas, soledades que, de alguna forma, te acompañan siempre.
2.- ¿Cómo es el proceso en el cual te sitúas ahora: háblanos un poco de tus libros de cuentos “Uno” y “Dibujos Animados” y en la actualidad como se puede ver en perspectiva esos títulos , tomando en cuanta que tus temáticas si bien tienen una relación intima uno con otro, se distancia profundamente de las temáticas y tratamientos de tus crónicas periodísticas, labor en la que desarrollas tu oficio.
En general, veo ambos libros como un demo acaso demasiado largo. Me gusta pensar en ellos como ensayos que se grabaron y se distribuyeron irresponsablemente.
Los cuentos de “Uno” los escribí en la universidad, estudiando cine. Sabía que quería escribir pero no sabía bien qué ni cómo. Francamente no lo he vuelto a ver en mucho tiempo. Sé que tiene un par de fans y toneladas de detractores. Eso me gusta. Que le guste a pocos. A mi ya no me gusta mucho, pero lo recuerdo con cariño. Fue mi primer intento y me costó su poco. Está lleno de otras voces, de tipos que quise ser alguna vez y que ahora he olvidado para concentrarme en mí, en mi pulso y en mi garganta. De alguna manera, “Uno” no es mío sino de todo lo que estaba leyendo mientras lo escribía. Intuyo que le falté el respeto a quienes entonces consideraba mis maestros. Pero ahí está. O allí estuvo. Me llevó de viaje y me ayudó a conseguir pequeños trabajos como periodista. Le debo un par de cosas.
“Dibujos Animados” lo escribí cuando trabajaba como administrador-bar tender-DJ en un hostal para mochileros en Quito. También hacía reseñas de discos para un par revistas, pero aquello daba poco dinero. Por esos días, lo que quería era escribir una novela que aún sigo escribiendo. Pero la novela costaba tanto, y se veía tan larga, que me tomaba breaks para divertirme escribiendo cuentos cortos que, según yo, giraban todos en torno al humor. En un principio, dibujé “Dibujos...” como un libro de humor. Un libro breve, divertido y relajado. Me dicen que en parte lo logré y estoy contento con eso. Me divertí escribiéndolo y decidí que iba escribir sin importar lo que pase. “Dibujos...” me dio seguridad y fue el comienzo de lo que, espero, sea un tono propio.
Tal vez no debí haber permitido o peleado por que estos libros se publiquen. Siento que son libros verdes, bien intencionados, pero más crudos que cocidos. En todo caso, ya está. Ambos libros tienen amigos y me han puesto en contacto con gente interesada en leerme y en que siga escribiendo. Lo que ahora me tienta, a diario, es hacer una versión remix y redux con esos cuentos. Y sumarle algún bonus track. Ya veremos.
3.- ¿Qué referentes artísticos posicionan la obra de Juan Fernando Andrade. Existe alguna cercanía o relación alguna con tus contemporáneos en otras latitudes del continente tales como Zambra o Neuman?
Zambra es uno de los mejores escritores de nuestro tiempo. Con dos libros, dos libros cortos, ha hecho lo que muchos no han podido hacer con docenas de libros largos. Zambra tiene estilo, oficio y onda. Disfruté mucho “Bonsái” y “La vida secreta de los árboles” No son el tipo de libros que me interesa escribir, pero sí los que quiero leer para saber que todavía existe la originalidad. Zambra tiene algo de Borges, Bioy y Cortázar, pero lo tiene en su disco duro y sus tramas jamás suenan a plagio sino a un tributo que viene del aprendizaje y del afecto. Aplaudo la obra de Zambra.
Neuman es técnicamente perfecto o casi perfecto. Para mi gusto, le falta calle y le falta maldad. Falta que las cosas le pasen más a él que a sus personajes. Pero Neuman se las trae, sabe perfectamente lo que hace y muchos estamos pendientes de sus pasos. Algo parecido al caso Daniel Alarcón, otro grande que, por lo pronto, suena más a cabeza que a corazón. Pero nada, estoy pendiente de lo que hagan, les tengo fe.
En este preciso instante, mi autor más visitado es el chileno Alberto Fuguet. Me gusta porque no persigue la perfección ni trata de escribir libros “importantes” o “maduros”. Escribe lo que siente cercano y lo que él considera importante. Al leerlo, siento que él y yo vivimos en el mismo mundo, nos unen discos, libros, películas, series de TV. Siento que sería mi amigo y eso, según yo, es lo mejor que te puede dar un libro: compañía.
Otro de mis mejores amigos es el británico Nick Hornby, con quien tengo una relación muy parecida a la que tengo con Fuguet. Creo que “High Fidelity” y “How To Be Good” son dos de las mejores novelas de todos los tiempos.
En fin, me gustan las cosas que hablan sobre el mundo en el que vivo (que no es siempre el presente). Me emocionan las novelas en las que me siento personaje. Empecé con Borges, Bioy, Cortázar, Poe, Benedetti, García Márquez, Vargas Llosa y todo eso que hay que leer. Ahora, por ejemplo, me siento más cercano a Jorge Franco que, no sé, a Benedetti. Es una cuestión de años y de estados de ánimo. Me encantan Salinger y Chuck Klosterman (un cronista de rock que escribe crónicas noveladas); Chuck Palahniuk y Robert Louis Stevenson; Bret Easton Ellis y Guillermo Arriaga; Charles Bukowski y Fernando Vallejo; Raymond Carver y Andrés Caicedo; Roberto Bolaño y Rodrigo Fresán; Javier Cercas y Efraim Medina Reyes; Charlie Kaufman y Andrés Calamaro; Junot Díaz y Kurt Cobain. En fin, cortemos acá porque no hay entrevista que aguante.
4.- ¿Existe otro pulso estético en la narrativa joven latinoamericana con relación a sus “padres” putativos, partiendo del hecho que ya se esta comenzando a hablar de una generación Post-McOndo? ¿Existe acaso alguna influencia concreta de esa generación McOndo en tu obra?
La generación McOndo es sin duda un referente, y uno muy bueno. Fuguet, Fresán, Loriga, Paz Soldán, Gamboa y Bayly, por ejemplo, son ya autores consagrados o en vías de. No sé si califican como padres, pero sí como esos tíos buena onda con los que uno conecta porque los siente menos adultos que los papás. Ellos ya hicieron mucho y, como están jóvenes aun, seguirán con nosotros por harto más tiempo. Creo que todavía estamos esperando los mejores libros de la generación McOndo. ¡Salud por ellos!
La nueva generación, técnicamente hablando, serían los 39 de Bogotá. Roncagliolo, Alemán, Zambra, Neuman, Garcés, Guerra. Son nuestros primos grandes y se vienen con todo. Sus primeros pasos, en la mayoría de los casos, han sido firmes. Me gusta que sean ellos los que ahora estén en la mira, los que están abriendo camino a los de abajo.
5.- ¿Cuáles son las perspectivas que se abren en Juan Fernando Andrade partiendo del hecho de lo multifacético en que se ha convertido el escritor en la actualidad? Háblanos del Juan Fernando guionista de cine y baterista de la banda de rock-blues “Los Pescados” y cómo esto alimenta tu obra y abre perspectivas de proyectos. ¿Podemos hablar de alguna esquizofrenia artística?
Tocar en una banda es como ser miembro del Club de la pelea. Cuando estás sobre el escenario nada más importa. Es algo visceral, muy de las tripas y del corazón. En muchos aspectos, supera a la literatura y al cine, de largo, es más emocionante e inmediato. Yo soy un tipo puertas adentro, me la paso viendo DVD’s y leyendo libros, pero cuando tengo que tocar exploto, grito, canto, me daño para bien y para mal, me caigo bien, hasta me gusto. El problema es que tocar es más difícil que escribir. No puedes tocar solo (a menos que seas Bob Dylan y puedas hacerlo todo), y eso involucra horarios, opiniones, encuentros, desencuentros, conflictos. Además, si no eres famoso tienes que perseguir tocadas, pedir favores, ganar poco, cargar los instrumentos a todos lados y soportar que no vaya nadie a verte. Pero igual, hay que tener una banda por lo menos una vez en la vida. ¡Escuchen Los Pescados!, estamos en la web, ¡Ja!
Lo de los guiones no esta nada mal. Estudié cine porque no quería estudiar ni literatura ni música. Creía que los que estudiaban literatura eran gente densa, infumable, siempre leyendo libros gordos de letra chiquita. Creía que estudiar música iba contra la filosofía del rock and roll. Sé que me equivoqué, pero así fue. De haber tomado mis pasiones académicamente sería mejor baterista y mejor lector (no sé si mejor escritor, no creo). Entonces el cine era una buena opción (la otra era administración de empresas). Los guiones, a la final, son novelas o cuentos en tres dimensiones. Me gusta el formato porque te sugiere ser directo, cortar el bla-bla y confiar más en las acciones que en los diálogos. Un guión eficaz no se puede andar por las ramas. Ahora que me encuentro trabajando para directores profesionales me encuentro a gusto, me encuentro, punto. Y lo que más deseo es ver mi primer guión filmado YA. Si todo sale bien, estreno en 2009.
El resto es periodismo, mí día a día, mi sustento económico y el mejor alimento para la ficción. He descubierto que la crónica periodística es un género mayor y trato de portarme a la altura. Lo que más disfruto es tener que escribir a diario y poder ver mis notas publicadas constantemente. El periodismo es la mejor forma de mantener los músculos templados y los ojos abiertos. De pronto te ves obligado a vivir la vida real y ahí hay algo.
No quisiera hablar de una esquizofrenia artística. Primero porque no me siento enfermo, segundo porque al final todo lo que hago es escribir. Tocar los tambores es como tipear con un amplificador conectado a la computadora.
6.- ¿Cuál es la apreciación que tienes sobre la narrativa cubana y la relación que puede existir en el panorama actual?
Que lo que tengo no es suficiente. Necesito más. Quiero saber más de Cuba. Que vengan libros de Cuba, escritores de Cuba, gente nueva, gente punk. A Cuba le tengo ganas. He gozado con Lezama Lima, Piñera, Pedro Juan Gutiérrez, Reynaldo Arenas, Wendy Guerra, pero quiero nuevos amigos cubanos.
7.- ¿Algún consejo a los jóvenes narradores?
Me ofendes, yo soy un joven narrador, ¡Ja!
Como dijo el maestro Yoda en El imperio contraataca: Do or do not, there is no try. Esto se hace o no se hace. Hay que leer, siempre, todo el tiempo. Hay que estar dispuesto a la soledad, a la falta de tiempo, a la falta de dinero y a desconectarse del resto para escribir algo que pueda conectar. Hay que estar dispuesto al fracaso comercial y al éxito comercial. Hay que estar dispuesto a todo, menos a dejar de escribir. Si lo que quieres es escribir, escribe, que ese sea el norte. Escribe reseñas, artículos, crónicas, horóscopos, cartas al director, entrevistas, relatos de viaje, comentarios deportivos, canciones, recetas, e-mails, mensajes de texto, solicitudes. El talento es nada, la disciplina es todo. Y no mientas, la gente siempre sabe cuando estás mintiendo. Hay que hacer la tarea, investigar, construir. Escribir no es inventar, es saber. Hay que entender que vida solo hay una y que uno tomó la decisión de usar la suya para escribir.