Hay libros que se leen entre libros, es decir, entre lecturas. Terminas una novela y antes de empezar otra quieres divertirte un poco con textos cortos a los que se pueda llegar a cualquier hora, en cualquier lugar, páginas que no demanden ser leídas en orden o de principio a fin.
Creo que mi libro de paso favorito es Guía Completa de Canciones de los Beatles, de W. J. Dowlding. Tengo la edición española que salió bajo el sello Celeste. Se trata nada más y nada menos que de un recorrido disco por disco, track por track, de la discografía de los Beatles, con anotaciones del tipo quién grabó qué en tal o cual canción o quién escribió tal línea y quién tal coro. A todas luces hablamos de una joya cuyo mérito reside en disfrutarse de a poco, con paciencia y saboreando cada bocado con paz y tranquilidad. Pronto, esta Guía tendrá una competencia feroz, Revolution in the Air (the songs of Bob Dylan, 1957-1973), de Clinton Heylin, el llamado biógrafo de cabecera de Bob. Pero mientras tanto, mientras llegan los cómo, cuándo y por qué de casi veinte años de Dylan, me alimento con un greatest hits que me trae contento, sorprendido y enganchado: Las mejores crónicas de Gatopardo (Debate. Colección Actualidad, 1996).
El libro se viene paseando por las librerías ecuatorianas desde hace un par de meses. Es una obligación para todos los que pretendemos ejercer el periodismo con pulso literario y también para cualquier lector al que le guste tratarse bien.
De hecho, el gran prólogo de Martín Caparrós abre de la siguiente manera:
Suelo preguntarme por qué los editores de diarios y periódicos latinoamericanos se empeñan en despreciar a sus lectores. O, mejor, en tratar de deshacerlos: en su desesperación por pelearles espacio a la radio y a la televisión, los editores latinoamericanos suelen pensar medios gráficos para una rara especie que ellos inventaron: el lector que no lee. Es un problema: un lector se define por leer, y un lector que no lee es un ente confuso. Sin embargo nuestros bravos editores no tremulan ante la aparente contradicción: siguen adelante con sus páginas llenas de fotos, recuadros, infografías, dibujitos. Los carcome el miedo a la palabra escrita y creen que es mejor pelear contra la tele con las armas de la tele, en lugar de usar las únicas armas que un texto no comparte: la escritura. Por eso, en general, les va como les va; por eso, en general, a nosotros también.
Desde su creación, la revista Gatopardo puso la vara alta y se tomó las cosas en serio. Aunque este libro no es exactamente light ni mucho menos fugaz, es perfecto para leerse por partes y en distintas etapas de la vida de lector, que esa que transcurre según los números en la esquina inferior izquierda. Es un libro perfecto para viajar, para los aeropuertos, los aviones y los cuartos de otros. Es un libro perfecto para ver la radiografía de una Latinoamérica que es mucho más freak y emocionante de lo que nos quieren hacer creer.
De la crónica “El buen salvaje”, del mexicano Guillermo Fadanelli:
Mi padre fue un hombre que progresó. Esto quiere decir que su primera casa tenía sólo una estrecha recámara mientras que la última, además de un cuarto para sirvientes, contaba con tres amplias habitaciones alfombradas y ventanas que daban a un jardín donde crecían hortensias y rosas de pétalos escarlata. Yo no padecí las toscas penurias de aquel hogar primerizo, pero en cambio mi adolescencia se benefició de las comodidades del último. Recuerdo que entonces detestaba tanto las alfombras como las flores. Ambas cosas me causaban cierta urticaria estética e incluso de las actividades encauzadas a la limpieza propia de una familia democrática siempre me negué a realizar dos: regar las flores y barrer las alfombras. Cuando me independicé de mis padres me fui a vivir a un cuarto de azotea donde las rosas fueron sustituidas por antenas de televisión y tanques de gas. El piso, sobra decirlo, tampoco se hallaba cubierto por una mullida alfombra y consistía tan sólo en un conjunto de fríos mosaicos desiguales carentes de coquetería alguna. A diferencia de mi padre, su hijo mayor no progresaba e iba para atrás como los cangrejos. Como además siempre he sido un obcecado pesimista, consideré que aquel cuartucho infame era lo que merecía un escritor sin fama que había abandonado la Facultad de Ingeniería deshonrando a una familia que tantas esperanzas había puesto en él. De modo que comencé a amar aquella celda sin ventanas levantada sobre una azotea cuya inmundicia podía compararse, sin remordimientos, con la garganta de un cerdo.
10 comentarios:
Buen libro, aunque me parece que quedaron fuera algunas crónicas fundamentales como la de la Biblioteca de Pinochet. Lástima que esa revista haya salido de circulación en el país. Ahora sólo nos queda Barcelona (jaja) y Diners!
Oscar M.
y la soho???
Solía comprar siempre tres revistas: Soho, Gatopardo y National Geographc (mi novio es ecólogo). Pero ahora me han quitado el privilegio de leerla, porque ya no la encuentro en ningún lado. Si sabes donde la están vendiendo, me encantaría que me pases el dato.
Besos y saludos.
compatriota tuya pero vivo en argentina.
aca dejo de llegar gatopardo desde febrero.
mi vida ya no es la misma.
que nivel de revista!
la recopilación es libro de cabecera sin duda.
Otra cosa, sabes dónde puedo encontrar Bonsai de Zambra? Voy como 6 meses buscándola y nada
Acabo de leer el libro hace unos pocos días. Bueno! hasta con crónicas de relleno.
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Donde consigo el libro de las canciones de los beatles? (me sedujo)
simon!!! donde se consigue el libro de los beatles?
Personal,
todos estamos d duelo, Gatopardo ya no c encuentra en ninguna parte ni en ningún aeropuerto.
H E L P !!!
el libro d los beatles lo encontré, hace mil años, en una desaparecida librería del Paseo Shopping d Manta. ni idea d cómo conseguirlo ahora. lo siento.
seguimos en la lucha
ni modo por el libro de los beatles... tocará rebuscarselo, suena como un libro impresindible...
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