12.27.2010

Pre-estreno de Por la boca muere el Pez


El plan original era presentar el nuevo disco antes de que acabara este 2010 al que ya le quedan unos cuantos segundos de vida. Pero la verdad es que el álbum creció más de lo que esperábamos. Creció en ambiciones, en metas y, claro, en feeling. Creció y como todo lo que crece nos pidió tiempo y espacio para crecer tranquilo, como una raíz que se aferra con fuerza a la tierra antes de regalarle un árbol. Por eso decidimos embragar un chance y darle espacio a este proceso de mil leguas de viaje rockero. Los temas pasaron un tiempo en el cajón, agarrando olor y sabor, cobrando vida propia. Uno sabe cuando no está listo para darle la cara a una canción, cuando debe vivir un poco más antes de poder hablar con la verdad entre líneas. Eso, algo así fue lo que nos pasó: hubo que subir un par de escalones para estar a la altura del nuevo disco. Los revisitamos, volvimos a ellos con otra mirada, desde otro lado, y ahora sentimos que sí, es verdad, estos temas son nuestros, estas son nuestras nuevas canciones y las llevamos puestas como camisetas.


Este jueves 30 de diciembre, en el ya mítico Diva Nicotina de Kill City, haremos un pre-estreno en vivo de Por la boca muere el Pez, el disco modelo 2011 que cada día está un poco más cerca de tomar forma humana. La idea es tocar el álbum prácticamente entero, mezclar un poco del futuro con lo que nos gusta del pasado y transformarlo en presente, es decir, en música. Pero no solo eso, es el último concierto del año y para darle realce a la ocasión hemos invitado a uno de nuestros más viejos aliados, Omar Sotomayor, de Ultratumba, una banda que nos inspira y nos mueve y nos divierte en partes iguales. Omar subirá con nosotros al escenario y volverán, aunque sea por un par de rolas, los que alguna fueron Los UltraPescados. Este año está a punto de explotar y nosotros estaremos ahí para reventar con él. Algunos dirán que este fue un buen año, su año, incluso, pero todos tenemos algo que quemar, un recuerdo, una sensación, una voz, algo que bajar del disco duro para darle espacio a lo que se viene. ¿Qué es eso que se viene? Mejor no preguntar, mejor no saber. De lo único que podemos estar seguros es que cada año y parte de nuestra vida empieza y termina con cada tocada.



VACILA TU FIN DE AÑO BAJO EL AGUA
LOS PESCADOS
EN VIVO
PRE-ESTRENO DEL NUEVO ÁLBUM
POR LA BOCA MUERE EL PEZ
DIVA NICOTINA
30/12/10
$5,oo
22h30
GUAYAQUIL


Las fotos son de Michael Aguirre.

12.23.2010

Bajo tierra


Hay libros que te encuentran. Este libro me encontró. Aunque después de leerlo siento que tal vez sí, lo estaba buscando. Mal que mal, uno siempre está buscando. De eso se trata. Buscar. Encontrar. Seguir buscando. El título me compró de entrada: Lowboy. Bien. Habla de algo, de alguien, quizás uno de los nuestros. Lowboy. Un tipo que está down, o algo así. Lo saqué del estante en la librería y me quedé colgado en la portada. La portada es increíble, una obra de arte minimal. Parece más un disco que un libro. Más una película que un libro. Me dan ganas de que sea un afiche para tenerlo en el cuarto, bien iluminado.

Un lowboy, literalmente hablando, vendría a ser una cómoda, un mueble de corta altura con un par de cajones en los que no se puede guardar mucho. Pero Lowboy no es un mueble, es Will Heller, tiene dieciséis años y está en problemas. Según los doctores, es paranoico y esquizofrénico. De hecho, vive en una clínica. Mejor dicho, vivía encerrado en una clínica. Escapó y ahora está en el subway de Nueva York, saltando de tren en tren, de estación en estación. Está seguro de que el calentamiento global acabará con el mundo en cuestión de horas a menos que él, Will Heller, haga algo al respecto. Otra cosa: no está tomando sus medicinas y eso distorsiona o capaz le aclara el panorama.

Lowboy es una novela rara (que no es lo mismo que freak), una novela rara para bien. Tiene la estructura y la velocidad de un thriller, pero no lo es. Tiene una familia disfuncional en un mundo disfuncional, pero no es ese tipo de novela ni, mucho menos, una novela disfuncional. Tiene una historia que podría ser de amor pero más bien es de psicosis adolescente o de urgencia sexual. A ratos, incluso, parecería un retrato-carta-de-amor a Nueva York y no un libro con trama y personajes. Lowboy es el tipo de novela que primero te quita y luego te da. Empiezas a leer sin saber muy bien lo que estás leyendo, un poco a tientas, como siguiendo un camino de migas de pan en medio del bosque. Sin entender demasiado pero entendiendo lo suficiente como para seguir en el tren sin que importe el destino final. Y cuando llegas, ¡PUM!, aplastado contra la pared. Y no sabes cómo llegaste hasta ahí. Y no sabes si podrás volver a casa.


Por un lado está Will, su mundo subterráneo de trenes que van a toda velocidad, pero no tan rápido como sus pensamientos, que están en otro lado, lejos. Can you help me occupy my brain? Will y su vida en la clínica. Will y su pasado y la posibilidad siempre tambaleante de un futuro. Will y Emily, que vendría a ser (no a hacer) el amor o lo que él cree que es el amor o simplemente lo más cercano que tiene al amor. Por otro lado están Violet, la madre de Will, y el detective Ali Lateef, tratando de encontrar a un Lowboy perdido en trenes. Violet sufre el peor mal de todos: está un poco rota, dañada, y ni el cuerpo ni el corazón le alcanzan para cuidar a su hijo, ¿hay algo peor que eso? Y no voy a decir más porque, como dice la canción, “este viaje es mejor hacerlo solo”.

Lowboy está ahí con lo mejor de la ficción sobre adolescentes que adolecen. Desde los chicos aventureros de Mark Twain hasta los seres marginales y solitarios de S.E. Hinton, pasando, claro, por Salinger, Vargas Llosa y hasta diría que por Truffaut y Wes Anderson y si ya estamos en esas porque no decir que Lowboy pasa también por el mejor Smashing Pumpkins y el Wilco más íntimo. John Wray, el autor, es un chico de lista Granta que recibe elogios de la crítica pero aún no conecta con el público. Lowboy es un poco así, Will Heller no puede conectar con cualquiera, a veces ni siquiera con la gente que intenta conectar con él. Y en su soledad, en esa soledad, hay espacio para todos.



12.14.2010

Franny Glass, versión Uruguay


Mi dealer musical de confianza me cruzó una canción vía chat. Primero el link, luego, dos oraciones desesperadas, “mi nueva canción favorita” y “son los Belle And Sebastian uruguayos!!” Pudo haber esperado que fuera a su casa (dicen que nunca hay que consumir en casa del dealer, pero esto es distinto), ponerla en la compu, esperar el clásico “¿qué escuchamos?” mío y decir “está bueno, ¿no?” Pero no, no pudo. No podía. Cuando algo emociona no hay cuerpo que aguante. Hay que sacarlo y la mejor forma de hacerlo es distribuirlo entre otros adictos necesitados.

La canción es algo así como pop-folk-indie, si es que tal cosa existe, y se llama Hoy no quiero verte nunca más. Con ese título uno dice uff, esto ya lo escuché mil veces. Y sí, algo de eso hay, pero para bien, como cuando uno descubre cómo acabará la película que está viendo y se alegra porque el personaje principal se lo ha ganado, se lo merece, porque después de todo se hará justicia y uno quiere estar ahí cuando eso suceda. “Quise creerte / quise pensar que había algo más / quise conocerte / mirarte y saber en qué pensás / quise tocarte / entender lo que hay detrás / hoy quiero olvidarte / hoy no quiero verte nunca más”. Dan ganas de ser el bueno, de tener el corazón dispuesto a lo que sea, de estar triste y de estar enamorado para poder cantar con toda la autoridad del caso. Dan ganas de perder para, al final, salir ganando.

La banda se llama Franny Glass, como el personaje de Salinger, y tiene la misma moral, el mismo desapego al mundo de los adultos que se vendieron. Desde ahí, ya partió bien, se la jugó por ser fan antes que por buscar fans. Lo de banda es un tecnicismo. Más bien hablamos de un cantautor que, por suerte, no es eso sino un chico con una guitarra y con sentimientos que, además, entiende que no hay sentimientos chicos. Es Gonzalo Deniz, que estudió cine y escribe canciones que podrían ser cortos. Canciones con guión, con escenas, con diálogos y primeros planos. De hecho, Gonzalo (uno siente que puede tratarlo de tú a tú) parece un personaje salido de 25 Watts, la primera película de Rebella y Stoll, el hermano menor de alguien que anda por la calle con las manos en los bolsillos y que solo tiene cuatro amigos, o menos. Ahora que lo pienso, también podría estar en los libros-películas de Fuguet o en las películas-libros de Ezequiel Acuña. Gonzalo es un Drexler sin Oscar, un músico latinoamericano (no “latino”, eso sería gringo) sin esa onda Santaolalla que convierte en world music todo lo que toca.

Hoy… está en el disco Hay un cuerpo tirado en la calle, de 2010. Pero Franny Glass, la Franny Glass uruguaya, viene desde 2007, cuando apareció Con la mente perdida en intereses secretos, su álbum debut, cuyo título viene de una frase de Dylan. O sea que Gonzalo tiene los amigos adecuados.

En su novela Esperanto, Rodrigo Fresán dice que los uruguayos son como argentinos unplugged. Tal vez tenga razón, y gracias a Dios por eso. En una época en la que todo el mundo se mata por estar conectado, Franny Glass se desconecta incluso de los amplificadores, mira para adentro y sin hacerle mucho caso a lo que pasa afuera, sin samplers ni loops ni percusiones de la selva brasileña, cuenta una verdad que no es solo suya. Y ahí nos encontramos. No todos, pero sí algunos. Hoy no quiero verte nunca más es una canción que escucharé muchas, muchas veces más.

12.08.2010

Día Lennon


Quise a Lennon desde el principio, desde los trajes de tres botones y las transmisiones en blanco y negro. Lo sigo queriendo hoy y ahora, treinta años después de su muerte. Dicen que nada dura para siempre, pero Lennon, como acostumbra, está demostrando lo contrario a la creencia popular. Ok, sí, quizás Lennon sea el Beatle más fácil de querer. Querer a Lennon es creer en ideales no sólo románticos sino también políticamente correctos. Querer a Lennon es hacer el bien. Querer a Lennon es imaginar la paz y creer que puede ser posible. Querer a Lennon habla bien de uno o, en todo caso, habla mucho mejor de uno que de Lennon. Pero no es por eso que lo quiero.


Lo quiero porque nunca superó el trauma de ser un huérfano cuyos padres estaban vivos, un niño al que tomaron la decisión de abandonar, no por necesidad, no por desesperación, lo abandonaron porque no estaban listos para él, porque sus padres nunca pudieron ser grandes. Lo quiero por pedirle a su madre que no se vaya y a su padre que regrese, por pedírselo a gritos mientras masacraba un piano blanco. Lo quiero porque él mismo abandonó a Julian, su primer hijo, le heredó ese dolor, y cuando quiso remediarlo ya era demasiado tarde pero no tan tarde como para redimirse con Sean, su segundo hijo, por quien decidió colgar la guitarra sobre su cama por cinco años. Lo quiero porque hizo daño sabiendo cuánto daño estaba haciendo. Lo quiero porque fue el primero en hacerle caso a Dylan, el que tomó conciencia de que todo el mundo lo estaba escuchando y esa era la oportunidad de decir algo, algo más. Lo quiero por cantar All You Need is Love pero lo quiero más por juntar todo eso que lo atormentaba, todo eso que Lennon odiaba de Lennon, y ponerlo en las canciones de esa gran autobiografía sonora que es Plastic Ono Band. Lo quiero porque no era un buen tipo, pero jamás dejó de intentarlo. Lo quiero porque hizo campaña por la paz mundial pensando que tal vez por ahí encontraría la paz interior que tanto necesitaba. Lo quiero por llevar a Yoko a los ensayos y detonar la separación de una banda que debía terminar para transformarse en lo que es ahora: parte del universo, como el sol y las estrellas. Lo quiero porque cuando Yoko le dijo que necesitaba un tiempo sola él se mudó de ciudad y se mandó una fiesta de tres meses. Lo quiero por ser un tipo celoso. Lo quiero por echarse la culpa. Lo quiero porque usó el amor como refugio cuando todo lo demás había fallado. Lo quiero porque amaba como un fanático religioso, con la misma pasión, con la misma ceguera, con la misma certeza, con la misma arrogancia, idealizando a la otra persona hasta convertirla en una deidad. Lo quiero porque amó tanto y tanto que se le fue la mano y cayó mal. Lo quiero porque se dejó ver, porque se mostró, porque todo eso que escondió durante sus años como Beatle lo sacó al aire en sus años como Lennon. Lo quiero por decirme la verdad. Lo quiero porque se cansó de las mentiras y le pidió al mundo que le diera algo de verdad, solo algo de verdad. Lo quiero porque cuando todo el mundo estaba corriendo de un lado para el otro él se quedó en la cama y de pronto eso es lo que aún necesitamos: parar. Lo quiero porque a Lennon nunca le importó dañar la imagen de Lennon si eso significaba ser otro con los otros. Lo quiero por haberle escrito How Do You Sleep? a McCartney y con eso declararle su amor de manera pública, porque la única forma que encontró para decirle que lo extrañaba fue atacándolo, por quererlo como a un hermano al que había perdido y por inspirar, desde su rabia, tontas canciones de amor. Lo quiero por atreverse a ser un héroe de la clase obrera desde un departamento de lujo con vista al Central Park de Nueva York. Lo quiero porque cuando su asesino lo llamó por su nombre él volteó a mirar.



12.07.2010

Tiempos de crisis


Ahora entiendo que fue el destino el que me impulsó a comprar el six pack de Club que me ayudó a atravesar este domingo. Salí de casa para buscar algo que comer, sin segundas intenciones, lo juro. Entré a un delicatesen y cuando las vi no pude resistirme: el sudor frío resbalando por el cuello de las botellas, desde la etiqueta hasta la corona en alto relieve. Fue un impulso y, quizás, una señal del universo. El trago de cerveza que llevaré a mi boca después de esta frase podría ser el último en mucho tiempo. Salud.

Hace un rato empezaron a llegarme las voces de alerta. Mensajes desesperados por el chat. Hay un estado de pánico y paranoia colectiva, por lo menos entre los que encontramos en la cerveza un estilo de vida y un rasgo de identidad ecuatoriana. La noticia apareció en El Comercio bajo el titular “La Cervecería Nacional suspendió la producción de cerveza”. Entre otras cosas, dice, “Los directivos de la empresa acataron la resolución de la jueza Novena de Niñez y Adolescencia de Guayas, Manuela Calva, que dispuso el 26 de noviembre pasado que se prohíba la venta de las cervezas (Pilsener y Club) en el mercado local, retener USD 90,9 millones en las cuentas bancarias, prohibir la enajenación o transferencias de las acciones, y la orden de arraigo a cinco funcionarios de la empresa”. El lío está relacionado con un reclamo de los empleados que, al parecer, no han recibido utilidades en una buena cantidad de años. El reclamo, en caso de ser cierto, es totalmente justo. La medida, por otro lado, es radical, egoísta, inhumana. Y tendrá efectos colaterales.

¿Qué se supone que vamos a hacer, cambiarnos a Brahma? Jamás. Sería como cambiar de nombre, de casa, de piel, de país, de idioma, de bandera, de sistema operativo y de ideas. Este es un tema de dignidad, de moral, de tener una postura en la vida y sostenerla contra viento, marea y legislaciones.

Veo la botella verde sobre mi escritorio, al lado de la laptop, y me pongo triste. Me da miedo tocarla. Esa botella que he sostenido tantas veces y en tantas lugares y que también me ha sostenido a mí, podría convertirse en una pieza de museo. Saber que en cada sorbo desaparece me hace sentir que quien se está vaciando soy yo.

El último trago. Burbujas en la lengua y en el paladar, como un beso. Cierro los ojos y siento cómo se abre camino entre mis cuerdas vocales, cómo baja cual espíritu santo y hace una parada en el corazón antes de acostarse en el estómago. Hemos recorrido un largo camino juntos. Nunca me pediste que te lleve conmigo, pero siempre te encontré, siempre nos encontramos. Tú sólo me pediste dinero, nada más, ni amor incondicional ni un futuro mejor ni nada de esas cosas que se expenden irresponsablemente y caducan apenas salen de la boca y se transforman en silencio. Tú me hiciste sentir ecuatoriano cuando estuve lejos, cuando te extrañé como un desquiciado, cuando le hablé a otra gente de ti y les mostré tu retrato en la web y le dije que eras la mejor, la insuperable, la nuestra, que estabas a la altura de cualquiera, que no le pedías favores a nadie. Te vi como los soldados ven los retratos del amor iluminados bajo el fuego de la guerra.

12.05.2010

Cosas que pasan


Ella estaba llorando y yo tenía ganas de llorar con ella. Me dijo que el arte es arriesgarse, dejarse ver, mostrarse tal cual y dejar algo, dejarlo todo, a cambio de nada. Me dijo que hay que publicar las debilidades porque es justamente ahí donde se conectan todos los seres humanos. Me dijo que trabaje sin esperar resultados. Me dijo que cuando uno se pone por encima del arte sólo se encuentra consigo mismo y se queda solo. Me dijo que dejara de pensar en mí. Me dijo que vuelva al lugar de donde vine y escriba desde ahí, desde el origen. Me dijo que todo estaría bien, que el secreto es dejar de buscar. Me dijo que tal vez nos veríamos en otra vida y esa sería nuestra última oportunidad. Me dijo que estaba enamorada y me lo dijo queriendo decir la verdad. Me dijo que el arte es arriesgarse y yo me arriesgué a escribir este post para decirle gracias. Ella estaba llorando y yo tenía ganas de llorar con ella.