La segunda parte de El Caballero de la Noche Regresa, la
película animada basada en el libro de Frank Miller, ya está en Internet, al
aire, y esto sí es algo a lo que podemos llamar “épica conclusión”. Si pensaban
que el Batman de Christopher Nolan había alcanzado y roto todos los límites del
vigilante enmascarado tal cual lo conocíamos, aún no han visto nada o, mejor
dicho, aún no saben de lo que puede ser capaz un hombre perturbado y disfrazado
de murciélago.
Después de que un Batman más
viejo y más lento –pero también más salvaje– acabara con su líder en una pelea
a puño limpio, la pandilla conocida como Los
Mutantes ha vuelto a nacer haciéndose llamar Los hijos de Batman. Ahora se pintan la batiseñal en la cara (bien podrían
ir a un concierto de KISS) y patrullan las calles de Ciudad Gótica como una
guardia civil cuyos métodos son todo menos civilizados. El problema es serio y
a cada segundo se pone peor. Así las cosas, el presidente de los Estados
Unidos, una caricatura de Ronald Reagan (cómo no, tratándose de un vaquero de
Hollywood que estuvo en la Casa Blanca durante ocho años), le pide a su soldado
más poderoso que intervenga pero, claro, El Caballero de la noche no dejará que
lo atrapen vivo. Ese soldado es Superman y su aparición, estridente como
siempre, nos muestra el enfrentamiento de dos hombres –dos amigos, se tratan de
Bruce y Clark– que llevan a cuestas la peligrosa tarea de decidir lo que creen
es mejor para los demás.
El Guasón, otro viejo amigo
que hasta ahora había permanecido apagado y deprimido en el Asilo Arkham, también
regresa a las calles para, literalmente, matar a la gente de risa. Con Batman
dando vueltas por ahí de nuevo, El Guasón recobra sus ganas de vivir y, de paso,
la razón de su existencia: corromper a una ciudad que hace rato dejó de valer
la pena, empezando por el más noble de sus ciudadanos. En la secuencia que transcurre
en un parque de diversiones, donde el payaso psicótico va dejando cadáveres
tras cada carcajada, Batman finalmente pierde el control, traiciona sus métodos
y con el abdomen perforado a puñaladas reconoce que al último nadie reirá
mejor. Ni se baja vivo de una cruz ni se sale ileso del túnel del amor.
Al final habrá un entierro y
ese día será frío y gris, como corresponde. Habrá una mujer llorando, una mujer
que solía vestirse de gata y a quien los años no han tratado de la mejor manera.
Esa mujer será consolada por un inconsolable y retirado comisionado de policía.
Será un entierro discreto, incluso solitario, pero distinto a la mayoría: el
cuerpo aún está caliente.
(El Diario, 27/01/13)
Pueden ver la película completa aquí.