12.31.2008

Baires 09


He vuelto a una ciudad que quiero mucho: Buenos Aires. La primera vez que vine lo hice en plan familiar, hace años, cuando la economía argentina estaba en serios aprietos y los ecuatorianos aprovechamos, todo lo que pudimos, nuestra condición de país dolarizado. Argentina era la tierra prometida. Iba a conocer la patria de Borges, de Cortázar, de Bioy, los primeros escritores que leí durante mi adolescencia. Estaba muy pero muy emocionado y la ciudad se portó a la altura, me deslumbró.

Volví unos años después. Ya había salido de la universidad. Ya había publicado mi primer libro de cuentos. Ya sabía que el futuro inmediato de un estudiante de cine, estaba en la publicidad o en la tele nacional, dos cosas que me repugnan por igual. Yo escogí la puerta tres: cualquier otra cosa. Tras meses trabajando como organizador de eventos/anfitrión/bar- tender en un Café/Bar/Hostal-para-mochileros de la zona, agarré lo que había podido ahorrar y regresé a Buenos Aires, dizque, a escribir una novela. Viví tres meses en Vicente López, provincia de Buenos Aires, a una hora en colectivo (bus en argentino) del centro de la ciudad. La casa era de unos amigos que por entonces eran recién casados. Y la pasé muy bien. Durante la semana escribía o trataba de escribir de tres a cuatro horas diarias, luego salvaba el archivo, apagaba la compu y me iba al cine (veía entre tres y cinco pelis en pantalla grande por semana). Los fines de semana me la pasaba con amigos (argentinos, gringos, alemanes), comiendo asado, tomando Quilmes de litro y escuchando música, sin duda, esa era una forma de felicidad. Aquella vez me quedé tres meses. Vi a Charly, a Calamaro, a Kevin Johansen, a Placebo y, entre otros cuyos nombres no puedo recordar, a Emir Kusturica and the Non Smoking Orchestra. ¡Ah!, y Mario Vargas Llosa me dio un autógrafo en el Bar Sur de San Telmo. Regresé a Quito sin un solo centavo, era 20 de abril. Tuve que dormir una noche en Santiago porque, como dijo la azafata de Lan Chile: “En su país ya no hay presidente así que saldremos mañana”.



El año siguiente fue similar, aunque ya había empezado a colaborar frecuentemente en las revistas SoHo y Mundo Diners. Publiqué otro libro de cuentos (sépanlo, la publicación precoz es tanto o más grave que la eyaculación precoz), trabajé en el bar y a fin de año hice cuentas y me regresé a Buenos Aires. Esa vez, la meta no era exclusivamente terminar mi novela si no, y ante todo, ir a uno de los conciertos que los Rolling Stones dieron en el estadio de River. Argentina todavía era cómoda para los que, teniendo dólares, no pretendíamos vivir a cuerpo de rey (eso hubiera sido más fácil con euros) y nos la bancábamos día a día. Creo que me quedé menos. Dos meses en vez de tres. Pero vi a los Rolling, a Franz Ferdinand, a un ñoño Pedro Aznar, a Oasis y vi, también, una buena cuota de pelis en cines y pantallas chicas. La que más recuerdo es Capote, en un cine de Caballito, porque justo antes, como calentamiento, había vuelto a las páginas de A sangre fría. En el sentido estrictamente gramatical de la palabra, terminé mi novela. Es decir, la corregí y le puse punto final. Pero sabía que no estaba lista y eso me dolió. Así que acá también estuve más solo que la una, triste y desesperado. Buenos Aires es, como toda gran locación, un set donde los personajes experimentan todo tipo de emociones, donde sienten que pueden volar antes del inevitable aterrizaje forzoso.



Hoy es 31 de diciembre y escribo desde Buenos Aires. Un Buenos Aires que también le pertenece a Rodrigo Fresán, a Alan Pauls, a Gonzalo Garcés y a tantos otros amigos nuevos como los directores Ezequiel Acuña (de quien ya hablaremos) y Lucrecia Martel (de quien, creo, no necesito hablar, es como una estrella del cine indie latinoamericano). Ha sido un buen año y estoy agradecido. Les deseo lo mejor.

3 comentarios:

Unknown dijo...

En Buenos Aires brilla el sol y un par de pibes,
en la esquina, inventan una solución.
En Buenos Aires todo vuela, la alegría,
la anarquía, la bondad, la desesperación.
Y Buenos Aires es un bicho que camina,
ensortijado entre los sueños y la confusión.
En Buenos Aires descubrí que el día
hace la guerra, la noche el amor.

(Fito Paez)

-José Antónimo- dijo...

“En su país ya no hay presidente así que saldremos mañana...”

Genial frase.

Saludos Pika.

VELARIÁ (Luis Patricio Vela Arias) dijo...

Que rico lo tuyo..
4 años que vivo allí y es un torrente hermoso. La tierra de Puig, de Lugones, de Arlt uff!!..
Yo no eh podido acabar nada, precisaré me parece uno 6 años más para poder acabar esto que es mi nada..
Un saludo Sr.