As long ago as 1860 it was the proper thing to be born at home. At present, so I am told, the high gods of medicine have decreed that the first cries of the young shall be uttered upon the anesthetic air of a hospital, preferably a fashionable one. So young Mr. and Mrs. Roger Button were fifty years ahead of style when they decided, one day in the summer of 1860, that their first baby should be born in a hospital. Whether this anachronism had any bearing upon the astonishing history I am about to set down will never be known.
I shall tell you what occurred, and let you judge for yourself.
Con este párrafo nada menos que perfecto, seguido de una advertencia que causa intriga, empieza The Curious Case of Benjamin Button, el cuento fantástico de F. Scott Fitzgerald (1896-19940), publicado originalmente en 1922. Se supone que a Fitzgerald le gustaba vivir a cuerpo de rey y que, muchas veces, se dedicaba a los cuentos sólo para ganar algo de dinero rápido-fácil en revistas y, con eso, comprar tiempo para trabajar en sus novelas. Puede ser. Ahora bien, no creo que por eso Fitzgerald haya tomado a la ligera sus relatos breves. ¿O sí?, tal vez, ¿quién sabe? Lo cierto es que se entregó a la buena vida y al alcohol y a menudo estaba en aprietos económicos.
Las trece nominaciones a los premios de la academia que tiene The Curious Case of Benjamin Button, la película de David Fincher protagonizada por Brad Pitt y la cada vez más hermosa Cate Blanchett, son a la vez un gran tributo y una inmensa ironía. Si bien Fitzgerald estuvo siempre cerca de Hollywood (vendió sus derechos literarios y escribió guiones, experiencia recogida en la novela El desencantado de Budd Schulberg, a todas luces un novelón), en teoría, lo hizo siempre for the green, porque necesitaba plata. Quizás es demasiado asegurar que odiaba o despreciaba las películas. Pero queda claro que las novelas y la literatura en general, estaban para Fitzgerald varios peldaños por encima del cine.
“Well,” gasped Mr. Button, “which is mine?”
“There!” said the nurse.
Mr. Button’s eyes fallowed her pointing finger, and this is what he saw. Wrapped in a voluminous white blanket, and partially crammed into one of the cribs, there sat and old man apparently about seventy years of age. His spare hair was almost white, and from his chin dripped a long smoke-colored beard, which waved absurdly back and forth, fanned by the breeze coming in at the window. He looked up at Mr. Button with dim, faded eyes in which lurked a puzzled question.
Imposible saber a ciencia cierta si Fitzgerald escribió The Curious Case of Benjamin Button apurado, contra reloj, pasando por alto detalles conscientemente. A mí se me hace que lo que escribió es una sinopsis, que dicho sea de paso es genial, acaso pensando que tarde o temprano volvería sobre esas páginas y las transformaría en una novela (todos caemos en el error de pensar que tenemos más tiempo que el que en realidad tenemos). Puedo estar equivocado, obvio, porque tal como dejó el cuento, continúa la tradición fantástica de, por ejemplo, los relatos-largos/novelas-cortas del gran R. L. Stevenson, creador de Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. Sea como sea, en The Curious Case of Benjamin Button, por lo menos en el cuento, uno capta que hay muchísimas cosas más de las que se cuentan, que los capítulos que se le olvidaron a Fitzgerald deben estar en alguna parte y que alguien tendrá que hacer el trabajo sucio.
The old man looked placidly from one to the other for a moment, and then suddenly spoke in a cracked and ancient voice. “Are you my father?” he demanded.
Mr. Button and the nurse started violently.
“Because if you are,” went on the old man querulous whine, “I wish you’d get me out of this place-or, at least, get then to put a comfortable rocket in here.”
“Where in God’s name did you come from? Who are you?” burst put Mr. Button frantically.
“I can’t tell you exactly who I am,” replied the querulous whine, “because I’ve only been born a few hours-but my last name is certainly Button.”
David Fincher, que para muchos no logrará jamás lo que logró con Fight Club (personalmente, y siendo un fan acérrimo de FC, pienso que la mejor película de DF hasta la fecha no es esa si no Zodiac), es el hombre que aceptó el reto y eso merece respeto. Él y Eric Roth, guionista de películas tan celebradas y diversas como Forrest Gump, The Insider, Ali, Munich y The Good Sheperd, se están jugando el todo por el todo al extender la memoria de Fitzgerald en casi tres horas de película.
Aunque he estado tentado a verla en su versión callejera, me las aguanto y aguardo con fe el consabido Festival del (pre) Oscar que presenta Cinemark todos los años.
In 1880 Benjamin Button was twenty years old, and he signalized his birthday by going to work for his father in Roger Button & Co., Wholesale Hardware. It was in that same year that he began “going put socially” –that is, his father insisted on taking him to several fashionable dances. Roger Button was now fifty, and he and his some were more and more companionable-in fact, since Benjamin had ceased to dye his hair (which was still grayish) they appeared about the same age, and could have passed for brothers.
Pero leí el cuento y me encantó, me encanta todavía, ojalá me siga gustando toda la vida. Como ya deben saberlo, Benjamin Button nace viejo y se va haciendo joven con el paso de los años. Yo he fantaseado con esa posibilidad de existencia. Sería buenísimo pasar los difíciles años de la vejez trabajando, haciendo plata, ahorrando para llegar a la juventud y gastar todos esos ahorros viajando por el mundo y divirtiéndose, sin temor a las represalias típicas del envejecimiento. Sería increíble. Sin embargo, Benjamin está solo, es un freak, y no la pasa tan bien como uno creería.
They pulled up behind a handsome brougham whose passengers were disembarking at the door. A lady got out, then an elderly gentleman, then another young lady, beautiful as sin. Benjamin started; an almost chemical change seem to dissolve and recompose the very elements of his body. A rigor passed over him, blood rose into his cheeks, his forehead, and there was a steady thumping in his ears. It was first love.
Fifty seemed to Benjamin a glorious age. He longed passionately to be fifty.
“I’ve always said”, went on Hildegarde, “that I’d rather marry a man of fifty and be taken care of than marry a man of thirty and take care of him.”
F. Scott Fitzgerald murió alcoholizado, sufrió dos ataques cardiacos y sólo pudo con el primero. Por esos días vivía en Hollywood con Sheilah Graham, su amante. Zelda Sayre, quien fuera su esposa por varios años, una esquizofrénica que pasó mucho tiempo recluida en instituciones mentales, moriría ocho años después, atrapada en el incendio que se comió al centro psiquiátrico donde estaba asilada, en Carolina del Norte.
Then it was all dark, and his white crib and the dim faces that moved above him, and the warm sweet aroma of the milk, faded out altogether from his mind.