A mí me gustó. Creo que tiene, por así decirlo, menos cine que Superbad, pero es justo dentro de esa sencillez donde está radicado su encanto. Es más indie, más humilde y más discreta. Creo que Jesse Eisenberg (The Squid and the Whale) se está convirtiendo en uno de los grandes actores de su generación pero, al mismo tiempo, está en peligro de ser ese actor que hace siempre el mismo papel. Dicho esto, me encantaría ver a Eisenberg en una peli de Woody Allen haciendo de Woody Allen (también, si se daña un poco, podría ser Paul Westerberg en una biopic sobre The Replacements, se le parece harto). Creo que la Kristen Stewart (que sí, viene de Twilight y eso le quita puntos) de Adventureland es simplemente irresistible, una especie de Wild Thing con corazón: tiene maldad pero no quiere hacerle mal a nadie y carga con el peso de sus propios errores. Creo que una película sobre misfits, aunque en este caso sean más cerrados-por-convicción que misfits, siempre valdrá la pena. Creo que Mottola ha hecho una película con moral ochentera que si bien pudo ir más lejos, avanzó bastante. Y, sobre todo creo, estoy seguro, de que Adventureland tiene un soundtrack digno de aplausos, homenaje y celebración.
Acá la columna que le dediqué en Montaje, el espacio que tengo los domingos en El Diario (de la República Independiente de Manabí).
ADVENTURELAND (o las cosas que nos pasan)
“Adventureland” no es “Supercool” ni pretende serlo, es simplemente cool y con eso le alcanza. Estamos en 1987, un grupo de jóvenes obsesionados con Lou Reed y David Bowie (estos chicos tienen criterio) pasa el verano trabajando en un parque de diversiones que, por lo rústico, se parece demasiado a nuestro querido Play Land Park (quien niegue al PLP es un hereje capaz de negar a su propia madre). Aunque trabajan en un lugar lleno de distracciones, se mueren del aburrimiento y se atiborran de peligrosas salchichas. Los días son largos y la única esperanza son el trago y la hierba que se van a meter cuando acabe su turno. Algunos tenemos ese defecto: en vez de concentrarnos en lo que ocurre mientras está ocurriendo, pensamos en un futuro que no ha llegado y en cosas que tal vez jamás sucedan. Como suele pasar cuando varias personas se ven obligadas a compartir muchas horas juntas, entre el personal de Adventurland se empiezan a formar lazos y empiezan a pasar cosas que no estaban planeadas. La vida, para bien y para mal, está llena de capítulos que ni siquiera imaginábamos. En medio de una banda sonora realmente admirable (que incluye The Velvet Underground, The Cure y hasta Poison), pantalones Guess, cerquillos y chicle bomba, estos chicos empiezan a crecer y a darse cuenta que, si no se despiertan y se ponen pilas, van a bajar del carrusel con la piel arrugada sólo para darse cuenta de que han estado marchando en círculos.
Se supone que “Adventureland” es producto de una experiencia personal de su director. Tal vez por eso, por el respeto y el cariño que uno le tiene a sus datos biográficos, la película se mueve despacio y se preocupa más por decir su verdad que por montar un espectáculo. Los momentos importantes pueden pasar donde sea y cuando sea, sobre todo cuando no estamos mirando. “Adventureland” se siente como el chisme que te cuenta un pana cuando vuelves de las vacaciones: te lo cuenta como si nada, pero es todo.