10.29.2009

Entre les murs (dark sarcasm in the classroom)


El aula de clases es una patria chica, allí dentro la gente hace las cosas de cierta manera y la legislación se aplica como en ningún otro sitio. Mientras en las noticias aparecen estudiantes ensangrentados siendo arrastrados por la policía, y en Moscú Correa visita la tumba de Lenín y es nombrado profesor honorario en dos universidades, yo me encierro a ver Entre les murs, película francesa que ganó la Palma de oro en Cannes versión 2008 y que sucede, enteramente, entre los muros de un colegio.


Empecemos por la ficha técnica, en este caso importa y es mejor salir de eso de una vez. El director es Laurent Cantent (en 2001 estrenó L’emploi du temps, a.k.a. Time Out, no la he visto pero es una de esas que, aparentemente, HAY que ver), elemento clave de un momento que podría llamarse la Nueva Nouvelle Vague del cine francés: películas que hablan de Francia siglo XXI sin voltear hacia la torre Eiffel o pasear por los Champs-Élysées, historias que pasan, digamos, en el patio de atrás. El protagonista, guionista y escritor de la novela homónima en que está basada la película, se llama François Bégaudeau y es un tipo más que respetable: en los noventas formó parte de una banda de punk que se llamaba Zabriskie Point, en 2005 publicó Mick Jagger: 1960-1969 (biografía inventada), ha trabajado en Cahiers du cinéma y actualmente es el crítico de cine en la Playboy francesa. Bégaudeau es, a su manera, un Truffaut que, por ahora, no dirige. Pues bien, Cantent leyó la novela (que dicho sea de paso es autobiográfica) de Bégaudeau, quedó enganchado, contactó al escritor, conectaron, se la jugó por él y decidió ponerlo a improvisar, junto a un grupo de adolescentes no necesariamente interesados en la actuación, por casi un año. El resultado es memorable.

François Marin (Bégaudeau) enseña francés a adolescentes lumpen, violentos, resentidos con la vida que les tocó y, también, con la que los espera. Los chicos son graciosos, inteligentes y hasta encantadores en esa forma en la que sólo un adolescente cabreado prendido a sus audífonos con la vida misma puede ser encantador; pero claro, no quieren ser educados porque no entienden muy bien cuál es el propósito de la educación y, además, no entienden por qué el profesor Marin les enseña un idioma que no es el de la calle o no es el de las calles que ellos recorren desafiantes (el que baja la cabeza pierde) ni el idioma en el que se escriben las canciones de rap. Durante poco más de dos horas (que en algún momento pesan, el 99% de Entre les murs son diálogos) estamos en medio, entre los muros, de una batalla de poder. El profesor que quiere ser amigo pero no puede aflojar porque si lo hace se le van encima. Los alumnos que son pueblo, el pueblo, y no se tragan la verdad así como así y no saben exactamente cómo defender las mentiras pero sí cómo defenderse entre todos. El profesor autoridad y sus alumnos fuerza de choque. Hasta que el control se confunde entre las escritas palabras en el pizarrón y empiezan las bajas.


Una de las mejores películas que he visto sobre esa patria chica y no siempre soberana que es un aula de clases (no sé si la mejor, pero ahí con The Breakfast Club, Dead Poets Society y Half Nelson). Me hizo pensar que yo era uno de esos que nunca hablaba, que no podía ser indisciplinado porque era vago y al menor relajo la expulsión sería segura. Creo que aún no aprendo a hablar. Estoy seguro, en todo caso, que me defiendo mejor en Word. Cada uno se defiende como puede. Cada uno, como en un duelo y si tiene suerte, escoge sus armas. En el colegio, se supone, nos dan armas, pero esas armas a veces se traban y explotan en nuestras manos y nos vuelan los dedos.


10.26.2009

Próximamente: HD


Se supone que será en Noviembre, para la fiesta del libro en UIO. Alfaguara lanza Hablas Demasiado, mi novela. I’m a big boy now, supongo, creo, la verdad no lo sé, no me queda claro ni me quita el sueño. Lo que sí sé es que estoy contento, tranquilo y satisfecho. Y también sé, entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, que escribir una novela, de principio a fin, es como ir a la guerra y vivir para contarlo.

Hubo momentos en los que escribí a toda velocidad, con ganas, absolutamente convencido de que estaba escribiendo la próxima gran huevada. Woody Allen dice que jamás se sienta a escribir a menos que su nueva película le parezca la nueva Ciudadano Kane. Pero claro, también dice que escribe una película al año porque así, si una le sale mal (y han sido varias, aunque una mala de Woody sea infinitamente superior a una buena de tantos otros), siempre vendrá la próxima y con ella una oportunidad de redimirse. Hubo momentos en los que escribí despacio, tratando de meter, a la fuerza, todo mi universo privado en mi primera novela; error, gran error, uno va aprendiendo que la mayoría de cosas quedan en la papelera de reciclaje y que una novela genera otras novelas que no deben atropellarse entre sí sino ocupar su lugar y crecer, con paciencia y en armonía. Hubo momentos terribles, de pura miseria. Esos momentos en los que empiezas a revisar los capítulos y te dan ganas de llorar porque sólo tú los entiendes y te preguntas a quién chucha le gustará esta mierda y te respondes gritando: ¡a nadie!

HD empezó a finales del 2003 o comienzos del 2004, no lo recuerdo exactamente. Por esos días estaba fuera de la universidad, trabajando de anfitrión en un café-hostal de La Zona (UIO). El primer borrador se escribió en la recepción del hostal, a razón de dos o tres páginas diarias, nada más, suave, en tercera. Al final de ese año agarré todo lo que había podido ahorrar, lo mezclé con mi ropa y me fui a Buenos Aires a escribir la versión definitiva de la gran novela latinoamericana, ¡ja! Estando allá, reescribí la novela entera, página por página, y luego de tres meses de trabajo decidí que en esas páginas sólo había buenas intenciones, patadas de ahogado, cagadas de niño y un par de frases afortunadas. Eso no era una novela. Me lo tomé con calma, no me deprimí, fui a ver El Regreso de Calamaro en el Luna Park y me olvidé del asunto. Volví al Ecuador (tuve que quedarme una noche en Santiago porque estaban botando a Lucio y la azafata de Lan dijo: en su país no hay presidente así que van a tener que permanecer en Chile), al café-hostal, a trabajar para ahorrar y diez meses después volví a Buenos Aires (escribir en Buenos Aires, de donde vienen mis primeros ídolos, fue cursi, sí, pero era lo que quería and that’s how I roll). Después de no haberla visto en casi un año, y haber visto a los Stones en el estadio de River, volví a leer mi famosa novela y a reescribirla, página por página. Y, ahí sí, sufrí. Luego de tres borradores, tres rounds, estaba en la lona, con la cara partida e hinchada, las costillas rotas y el hombro dislocado, llorando del dolor, diciéndome nunca más voy a pelear, nunca más voy a escribir. A la mierda los pastores, se acabó la navidad.

Pasaron meses y yo pasé de servir tragos y poner música a trabajar en revistas, a escribir y publicar constantemente. Fueron años tipiando a diario y alguien debió haber leído algo porque un buen día, de buenas a primeras, recibí una llamada de Alfaguara. Me reuní con María Fernanda Heredia (escritora de libros infantiles que son best sellers, y talentosa, además) y le ofrecí una novela. Aunque debí haberlo dudado, no lo dudé ni un segundo: HD (que se ha llamado así desde siempre, por You Talk Way Too Much, de los Strokes). Los personajes son los mismos y la historia es, más menos, igual, pero hay una ventaja: yo soy otro. Ya no me interesa meter al universo en un libro sino hablar sobre lo que sé y siento, más que importante, urgente. Ya no me interesa publicar joven ni dejar a la gente en shock ni ver mi nombre en las librerías. Ya no, que se jodan todos. Entendí que lo crucial es tener voz, pulso y moral. Tener una posición y un discurso. Tener, en pocas, algo que decir y decirlo de la mejor manera posible. HD09 es la historia de un tipo que decide tomar las riendas de su propia vida: esto es fácil de decir y difícil de lograr.

Algunos temas del soundtrack:










El primer párrafo:

Se acabó. Eso es todo, amigos. Final de la transmisión. La china gorda me pregunta si estoy en esta clase. Estoy, obvio, pero no pertenezco. Esto de estar y no pertenecer me pasa mucho, demasiado, si de verdad quieren saberlo. Me lo pregunta mientras borra el mensaje que el economista Valarezo escribió en la pizarra líquida. El borrador pasa sobre las letras y el Que vivan los graduados!!! pasa a la historia. Así es como funciona: las cosas desaparecen en cuestión de segundos. Hace quince minutos, el aula estaba llena de los que deberían ser mis amigos, mis contactos, mis futuros socios. Ahora estamos la china gorda y yo, que no me quiero ir porque se me terminó el chiste y prefiero prolongar la agonía. Corte a negro. Estoy perdido, para atrás, mal. La china gorda casi no tiene cara. Sus ojos, su nariz y su boca están muy unidas, al centro del rostro. El resto es carne grasosa y algo roja bajo cabello negro, corto y fino. Yo también tengo la cara roja. No se da cuenta de que no le respondo porque no quiero. Me mira raro. No es para menos. Me siento más raro que de costumbre. Me lo pregunta primero en español, segundo en inglés y tercero en mandarín. Estoy derramado sobre el pupitre de asiento acolchonado, mis manos abiertas golpeando mi Jean Book que descansa sobre la mesa de madera, en busca de ritmo. El Jean Book está cerrado, como yo. La china gorda se acerca lentamente. La miro directo a los ojos. Vuelve a preguntarme si estoy en la clase. Guardo silencio. Me lo guardo todo, ese es el problema. Me informa que en cinco minutos empieza Manualidades Orientales II. Me suena a película de cuarta, de esas que pasan a la media noche en televisión local, antes del himno nacional. Sonrío. La china gorda se para a mí lado guardando su distancia, parece preocupada, tal vez piensa que soy un asesino en serie que descuartiza chinas gordas y las guarda en su refrigerador. No lo soy. De eso pueden estar seguros. Lo demás está por verse.

10.23.2009

Cage in a cage


La noticia de que Nicolas Cage está en apuros financieros me ha puesto a pensar en él. No estoy organizando una campaña para reunir fondos ni enviando mensajes de apoyo en Internet, pero no sé, en algo me afectó y creo saber por qué. Siento que Nicolas Cage es como un amigo que, en algún trozo de mi vida, fue un gran amigo y ahora solo un tipo al que veo muy de vez en cuando y con quien ya no tengo mucho en común pero, igual, le deseo lo mejor.


Creo que todo empezó con Leaving Las Vegas (1995), de Mike Figgis, una peli de la que, en su momento, me enamoré (creo que todos, o muchos, tenemos un periodo Leaving Las Vegas, ¿o no?). La vi muchas veces, de verdad, muchas. Me sabía los diálogos de memoria y los andaba recitando en las borracheras y mis amigos ya estaban hartos pero a mí me daba igual, todo lo que quería era mantener vivo el espíritu de Ben Sanderson. No sé cuándo fue la última vez que volví a verla, pero sé que me gustó, que todavía me gusta aunque, en rigor, no sea una de esas pelis que envejecen bien sino una que tuvo su época y su gente y se acabó. Por esos días Nicolas Cage era mi pana. Lo vi en Raising Arizona (1987), de los hermanos Coen, y me divertí muchísimo. Lo vi en Wild at Heart (1990), de David Lynch, estuve con él y sentí que entendía lo que le estaba pasando. Lo vi durante los pocos minutos que aparece en Fast Times at Ridgemont High (1982), de Amy Heckerling (escrita por Cameron Crowe, esa en la que Sean Penn es el memorable Jeff Spicoli) y me enteré de que su apellido era Coppola (as in Francis Ford Coppola, su tío) y me pareció buena onda, y digno, que se lo hubiese cambiado. Luego, claro, lo vi en el cine: Con Air y Face/Off, ambas estrenadas 1997, me entretuvieron un montón y creo que el trabajo de Cage y Travolta en Face/Off es simplemente genial. Nicolas Cage era lo máximo y más de uno dijo que sería el gran actor de su generación y de su tiempo, mucho más cuando, después de esa cosa llamada City of Angels (1998) que me niego rotundamente a ver, se juntó con Scorsese para Bringing Out the Dead (1999), una especie de Taxi Driver 2.0 que no funcionó del todo pero fue un ejemplo de oscuridad y velocidad. Hasta ahí, todo bien. El siglo XXI, sin embargo, nos presentó al Cage héroe de acción y preferí ver hacia otro lado hasta que, en 2002, se estrenó Adaptation y creo que me arrodillé y me puse a rezar. Dirigida por Spike Jonze, escrita por Charlie Kaufman y con Nicolas Cage en los dos papeles principales. Adaptation era, según yo, el gran regreso de Cage, la prueba irrefutable de que su paso por el cine de acción no era más que un capricho desechable. Estuvo nominado al Oscar y debieron habérselo dado pero no fue así (lo ganó Adrien Brody por su papel en The Pianist, de Polanski). Entonces Cage volvió a las balas y yo volví a no ver sus películas.


Este año se estrenó Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans, el remake que nada menos que Werner Herzog hizo de la película de Abel Ferrara de 1992. En la original, el principal es Harvey Keitel y, en la de Herzog, el principal es Nicolas Cage. No la he visto y muero por verla. Se supone que es una de esas pelis en las que Cage vuelve a ser no solo lo que fue sino lo que pudo haber sido. Ojala. Tengo fe. Tengo ganas de volver a ver a ese amigo que ya no es tan amigo pero sin el cual las cosas no serían como son.







10.20.2009

Soplar hasta morir


Buddy Bolden began to get famous right after 1900 come in. He was the first to play the hard jazz and blues for dancing. Had a good band. Strictly ear band. Later on Armstrong, Bunk Johnson, Freddie Keppard, they all knew he began the good jazz. John Robichaux had a real reading band, bur Buddy used to kill Robicahux anywhere he went. When he’d parade he’d take the people with him all the way down Canal Street. Always looked good. When he bought a cornet he’d shine it up and make it glisten like a woman’s leg.

Louis Jones.


Charles Buddy Bolden nació en New Orleans en 1877 y fue allí donde inventó el jazz. Por las mañana trabajaba como peluquero en N. Joseph’s, escuchaba chismes, bebía, bebía mucho, y le daba consejos de toda índole a sus clientes. Para el medio día estaba borracho. Cerraba el local, se iba a su casa, le hacía el amor a su esposa Nora y dormía aferrado a su cuerpo durante cuatro horas. Por la noche visitaba a sus amigas las putas, tiraba, conversaba, y tocaba y tocaba y tocaba. Tocaba en todas partes y si tenía qué beber no paraba de tocar hasta que se desmayaba. Al día siguiente, muy temprano, volvía a la peluquería, desayunaba un whisky puro y si algún chisme le parecía extraordinario lo anotaba y lo publicaba en The Cricket, un pasquín que él mismo redactaba y distribuía. En teoría, era sólo cuestión de tiempo hasta que Buddy Bolden y su corneta se tomaran al mundo por sorpresa y lo conquistaran en nombre de todos los negros de New Orleans. Pero Buddy, un día, desapareció. Su amigo Webb, un oficial de policía adicto al jazz y sobre todo al jazz inventado por Buddy, emprendió una investigación que luego de varios años lo llevaría donde estaba la mejor corneta de todas. Buddy no había desaparecido, se había encerrado. Webb lo encontró en casa de sus amigos Jaelin y Robin Brewitt, que eran pareja. Buddy estaba enamorado de Nora pero también estaba enamorado de Robin y, por supuesto, también estaba enamorado del sexo. Jaelin lo sabía y no le molestaba o se hacía el que no le molestaba. Los tres, Jaelin, Robin y Buddy vivieron juntos y cenaron juntos y vieron muchos amaneceres juntos mientras hablaban de pianos y estrellas. Pero eso, como todo lo demás, tenía que acabar algún día. Buddy volvió a New Orleans con Webb y cuando supo que Nora se había casado con uno de sus mejores amigos decidió vivir con ellos. Cuatro días después, como no lo hacía desde que se había marchado, subió a un escenario. Mientras tocaba, se fijo como cada una de las notas que salían de su corneta se iban haciendo carne en el cuerpo de una mujer desconocida. A sus treinta y un años, Buddy quiso saber hasta dónde podían llegar la música, la trompeta y la mujer y sopló hasta que de su boca empezó a salir sangre y cerró los ojos y ya no podía parar y perdió el control y se derrumbó. Lo llevaron a un hospital y de ahí lo trasladaron a un siquiátrico, donde murió años más tarde, en 1931.


Acabo de leer Coming Through Slaughter, la historia de Charles Buddy Bolden contada por Michael Ondaajte (nacido en Sri-Lanka, criado en Canadá y autor de la misma The English Patient que tanto dio de qué hablar y que nunca se me ha antojado ver pero ahora quiero leer), publicada originalmente en 1976. Un suceso literario en fondo y forma. Un juego. Un laberinto. Un callejón sin salida en el que no queda más que reventarse contra un muro de ladrillos ensangrentados. El libro que más he subrayado en mucho tiempo. Un libro que me hizo leer varias veces cada página porque con una pasada no basta. Contado de manera coral y redactado, a veces, como si el mismo Buddy estuviera hablando: sin comas, son espacios, sin tiempo para pensarlo realmente, entre trago y trago. Solo dale, dale y dale que la canción se acaba cuando se acaba.

Charles Buddy Bolden alcanzó a grabar algo antes de morir pero ninguna de esas grabaciones lo sobrevivió. Su música murió con él.



Bolden, the bottle sucked empty after couple of journeys, Bolden opening his throat muscles and taking it in so he was sometimes drunk by noon and would cut hair more flamboyantly. Close friends who needed cuts and shaves would come in early, well before noon.

Monday nights at Lincoln Park was something to see, especially when the madams and pimps brought their stables of women to hear Bolden play. Each madam had different colour girls. Ann Jackson featured mulatto, Maud Wilson featured high browns, so forth and so on. And them different stables was different colours. Just like a bouquet.

Bolden played nearly everything in B-Flat.

The Cricket existed between 1899 and 1905. It took in and published all the information Bolden could find. It respected stray facts, manic theories, and well-told lies.

The men who came into N. Joseph’s were just as much in need of confession or a sense of proportion as a shave and Bolden freely gave bizarre advice just to see what would happen… Days later furious man would rush in demanding to speak to Bolden (who was then only twenty-four for goodness sake) and he would have to leave his costumer and that man’s flight of conversation, take the angered one into Joseph’s small bathroom and instead of accepting guilt quickly suggest variations.

I go through the evenings with the smell of shaving soap up to my elbows. Is there in my fingers as I play. The layers of soap all day long have made another skin over me. The cleanest in town. I can look at a face and tell how long was it shaved. I work with the vanity of others.

He used to screw a lot and being famous they let him in. He used some of them to get stories for The Cricket. He paid them for that but not for the fucking.

He’s mixing them up. He’s playing the blues and the hymn sadder than the blues and then the blues sadder than the hymn. That is the first time I ever heard hymns and blues cooked up together.

It sounded like a battle between the Good Lord and the Devil. Something tells me to listen and see who wins. If Bolden stops on the hymn, the Good Lord wins. If he stops on the blues, the Devil wins.

Every note new and raw and chance. Never repeated. His mouth also moving and trying to mime the sound but never able to for his brain has lost control of his fingers.

All my life I seemed to be a parcel on a bus. I am the famous fucker. I am the famous barber. I am the famous cornet player. Read the labels. The labels are coming home.

She hitting each note with her body before it is even out so I know what I do through her.

Some saying you went mad and trying to play the devil’s music and hymns at the same time, and Armstrong telling historians that you went mad by plying too hard and too often drunk too wild too crazy.

10.16.2009

Ahí vamos


Debí haber escrito esto ayer, pero no pude, estaba demasiado emocionado, atrapado, fuera de mí. Tuve que tomármelo con calma, respirar, volver a verla, volver a moverme, y dejar que pasaran ocho horas de sueño a ver si así se me pasaban las ganas de escribir como una escandalosa cheerleader. Voy a intentarlo. Ok, aquí vamos. Away We Go, la nueva película de Sam Mendes, es como el Lado A de Revolutionary Road: una comedia romántica y dura hecha de carne y hueso en la que todo, de verdad, todo, funciona.


Verona (Maya Rudolph) y Burt (John Krasinski) son una pareja de treintañeros a punto de tener un bebé. Viven apretados, una de las ventanas de su casa está cubierta con un pedazo de cartón y no se sienten ni adultos ni mucho menos listos para ser adultos y formar una familia. Verona y Burt se preguntan sin son fuck ups, si la cagaron y no se dieron cuenta, si llegaron, antes de lo previsto, a una etapa de sus vidas que simplemente no podrán manejar. Para encontrar respuestas salen de viaje, van a visitar familiares y amigos que creen podrían ayudarlos o por lo menos guiarlos un poco, de pronto, piensan, vivir cerca de uno de ellos ayudaría. Empiezan en casa de los padres de Burt (Jeff Daniels y Catherine O’Hara, una pareja lunática y genial), que andan metidos en su vida y ni siquiera estarán en el país para cuando nazca el bebé. Luego van a Phoenix, se encuentran con los mejores amigos de Verona (Jim Gaffigan y la maravillosa Allison Janney), un matrimonio alcohólico y decadente que simplemente no debería ser, y con su hermana (la hermosa Carmen Ejogo, ¡qué labios!) que parece más perdida que encontrada y sueña con alguien como Burt. Después de Phoenix van a Madison y visitan a LN (una Maggie Gyllenhaal insuperable), la supuesta mejor amiga de Burt, que está completamente loca, sumergida en una onda hippie-esotérico-mística-de-clase-alta que francamente asusta, y cabrea. Salen de USA y aterrizan en Canadá. En Montreal caen donde sus verdaderos amigos (Chris Messina y Melanie Lynskey), que tienen el hogar perfecto y cuatro niños adoptados que brillan como si fuesen rayos de sol y llenan la casa de risas. Montreal parece perfecto, pero esconde, como todas las ciudades y todas las personas, un lugar donde es mejor no mirar. Finalmente vuelven a Miami, donde vive el hermano de Burt (Paul Schneider) que ha sido abandonado por su esposa y ahora tiene que hacerse cargo de su hija pequeña por su cuenta. Ufff… después de un viaje como ése, a nadie le quedan ganas de tener familia.


Esta es una película con moraleja: para todos es igual de duro. No existen promesas que no puedan romperse ni certezas en las que confiar ni gente que nunca nos va a fallar. Todo puede romperse en cualquier momento pero no por eso vamos a dejar de intentarlo, y de gozarlo en la medida de lo posible. Uno sigue viviendo como mejor puede, haciendo lo que cree correcto y defendiendo con uñas y dientes todo lo que ama. No existen fórmulas filosóficas ni estructuras familiares o sentimentales que aseguren la felicidad. La felicidad se consigue, se gana, cuesta, se cuida, y es tan personal como la tristeza. Sam Mendes ha hecho una película que viene, por ejemplo, de Billy Wilder y Woody Allen, gente más preocupada por ser gente que por ser cineastas. Y mucho tiene que ver en esto que el guion sea de los experimentados novelistas, ambos estrellas de The Believer, Vendela Vida (qué buen nombre) y Dave Eggers (que dicho sea de paso escribió junto a Spike Jonze Where the Wild Things Are). Desde ya, sé que volveré a Away We Go muchas veces, para mostrársela a los panas, para poner a prueba la sensibilidad de alguien que promete, para darme fuerzas a la hora de la verdad y para cuando tenga hablar sobre personajes entrañables.



10.12.2009

Sangre blanca


Nocturna es la primera novela de Guillermo del Toro y es una novela sobre vampiros. La escribió con Chuck Hogan, autor norteamericano especializado en crimen y misterio del tipo realista. En un principio, Nocturna debía ser una serie de televisión que se transmitiría en tres temporadas, ni una más, ni una menos, pero las cosas no sucedieron de esa manera y ahora tenemos el Libro I de la Trilogía de la Oscuridad. La puerta está abierta. Entremos.

Imposible leer Nocturna y tratar, al mismo tiempo, de olvidarse de quién es Guillermo del Toro. Sí, estamos frente a la incursión literaria del director del Laberinto del fauno y Hellboy (acaso el antihéroe más noble y entrañable), el cineasta latino con más peso e influencia en el mundo. Todo eso tiene que ver, cuenta, nos atrae y nos lleva corriendo al libro aunque bien puede distorsionar la lectura y entorpecer el proceso en el que nos sumergimos en la historia. Pero las cosas no empiezan sino hasta la primera página: a condición de que se tome toda la sopa y se coma todas las remolachas hervidas, una abuela le cuenta a su nieto la historia de un gigante triste y solitario. Desde ahí, del Toro y Hogan empiezan a cambiar la mitología del vampiro y le dan otra vuelta de tuerca a una estirpe que seguirá, por siempre, evolucionando (para bien y para mal o muy mal) en el inconsciente colectivo. La novela mantiene los principios básicos: los vampiros necesitan sangre para vivir y mueren perforados por los rayos del sol. Mantiene también el plan de conquistar el mundo y erradicar la raza humana (¿qué pasa cuando acaban con los humanos?, ¿qué sangre beben entonces?), pero esta vez, en un Manhattan post 9/11 que vive paranoica de la guerra química, los trata como un virus, una enfermedad contagiosa y mortal de la que brota sangre blanca y que sólo se cura eliminando a los pacientes. There will be blood.


Nocturna, está claro, es el comienzo, el Episodio I, y llena muchas de sus 550 páginas explicando cómo son, cómo se mueven, cómo actúan y qué es lo que pretenden los vampiros. O sea, este libro sienta las reglas del juego y nos invita (¿o nos condena?) a jugarlo, queramos o no. La leyenda crece acompañada de tramas paralelas que les conciernen a los humanos, capítulos afortunados que nos acercan a personajes que conocemos, que hemos visto, gente con la que podríamos conversar y con la que tenemos algo, o mucho, en común. Ese es, quizá, el punto más alto en el libro de del Toro y Hogan, alejarse de los héroes inmaculados y reemplazarlos por carne, hueso, defectos y desaciertos. Nocturna no sólo se mete con los vampiros, se mete, como de alguna u otra forma lo hacen las películas de del Toro, con la política, con el afán de poder, con la vanidad humana que tantas muertes ha causado a lo largo del tiempo, con el racismo, la marginación y el genocidio. Estamos en la ciudad de Nueva York, la capital del mundo, y las cosas van desde los nazis hasta los mexicanos radicados en USA, que a los ojos de las autoridades no pueden ser otra cosa que peligrosos delincuentes. La batalla no sólo es vampiros contra humanos, es, también, como siempre: todos contra todos.

Ayer por la noche terminé de leer Nocturna y me sentí satisfecho. A ratos, lo confieso, sentí también que está escrito como un bestseller, que se preocupa más por avanzar (a ritmo cinematográfico, por cierto) que por explorar dentro de sí mismo, pero aquello, a la final, funciona y funciona bien. Los cabos están sueltos, meciéndose a voluntad de una corriente helada. Los vampiros están ahí, allí, aquí. El peligro está cerca.




…Su profesión era básicamente la de un partero, pues ayudaba a los pilotos a sacar sus aviones llenos de almas fuera del útero del vacío y los conducía a tierra, sanos y salvos. Sintió punzadas de temor, al igual que un médico al recibir su primer nacido muerto.

En cierto modo, él y Nora trabajaban muy de cerca: si hubieran tenido trabajos remotamente normales o convencionales, el resultado habría sido diferente; todo habría sido más fácil y casual, pero aquello era un amor en la trinchera…

Hay momentos como éstos, que se dan sin previo aviso, generalmente en tiempos de crisis, cuando miras a alguien y comprendes que te dolerá estar sin esa persona.

Se sentía bien con Eph, especialmente cuando estaban en silencio. Su mamá era demasiado perfecta, observadora y amable, sus expectativas implícitas (supuestamente para el bien de él) eran imposibles de cumplir, y él sabía, de un modo extraño, que la había decepcionado desde el momento en que nació, por ser barón, y por parecerse tanto a su papá.

En ese momento, acostado y sin poderse dormir, Zack pensó en el futuro. Estaba seguro de que nunca más volverían a estar unidos como una familia. Eso no era posible. Pero se preguntó cuánto podrían empeorar las cosas. Ése era zack en una sola frase, preguntándose siempre: ¿cuánto pueden empeorar las cosas?
Y la respuesta, siempre inevitable, era: podrían empeorar mucho.

¿Por qué quieres destruirme, niño? ¿Por qué crees que soy merecedor de tu ira, si ves más mortandad todavía cuando estoy ausente? El monstruo no soy yo, sino Dios. Tu Dios y el mío, el padre que nos abandonó hace tanto tiempo… puedo ver en tus ojos aquello que más temes, y no soy yo… sino el foso en llamas. Y ahora verás qué sucede cuando lo alimento contigo sin que Dios haga nada por impedirlo.
Y entonces, con un crujido brutal, la Cosa le trituró los huesos de las manos al joven Abraham.

Una vez que se transforman, los aparecidos buscan primero a los familiares y amigos que no estén infectados. Regresan de noche para buscar a aquellos con quienes tienen un vínculo emocional, a sus seres queridos. Supongo que es un instinto de búsqueda, el mismo impulso animal que orienta a los perros extraviados a cientos de kilómetros y los lleva de nuevo a las casas de sus amos. Sus funciones cerebrales desaparecen y sus instintos animales asumen el control. Esas criaturas están motivadas por los impulsos de alimentarse, esconderse y anidar.

Neeva miró el charco con las lágrimas de Cristo en el suelo. Cuando el poder de Jesús te falla, entonces sabes que realmente la suerte te ha abandonado.

Nora estaba completamente pálida y lívida, como una niña pequeña a la que le acaban de contar que a los muertos no les crecen alas ni se van al cielo para convertirse en ángeles, sino que en realidad permanecen bajo tierra y les crecen aguijones debajo de la lengua, después de haberse convertido en vampiros.

La glipoproteína tiene unas propiedades de enlace sorprendentes. Es asombroso, como una llave maestra. Este parásito no sólo se apodera de la célula anfitriona, sino que la engaña para que reproduzca más copias. Se fusiona con el ácido rinoribonucleico; se derrite junto a él y lo consume… y, sin embargo, no lo utiliza. Lo que realmente hace es sacar una copia de sí mismo apareado con la célula anfitriona y toma sólo la parte que necesita. No sé qué has visto en tu paciente, pero en términos teóricos esto puede replicarse indefinidamente, y muchos millones de generaciones después esta cosa puede reproducir la estructura de sus órganos en términos sistémicos, y de una forma realmente rápida. Puede transformar a su anfitrión; en qué, es algo que no sé todavía…

…Ellos obedecen a una voluntad única y operan con una mentalidad de colmena, pues son controlados por una solo inteligencia, la cual está probablemente atrincherada en algún lugar de Manhattan.

…Era el apocalipsis 11, 7-8: …La bestia que sube del abismo sin fin les declarará la guerra, los vencerá y los matará, y sus cadáveres quedarán tendidos en las calles de la gran ciudad, que en lenguaje figurado se llama Gomorra…

Créanme si les digo que cuando se presenta un cambio importante en la etología de las ratas es porque algo muy malo viene en camino. Cuando las ratas comienzan a asustarse, es hora de vender todo y marcharse…

… Estos vampiros… están en su infancia. Pronto seremos testigos de una nueva etapa de su desarrollo. Se requieren siete noches para transformarse por completo, y para que su nuevo sistema de órganos parasitarios termine de formarse. Cuando esto ocurra, cuando sus cuerpos ya no estén conformados por órganos vitales: corazón, hígado, pulmones, sino por una serie de espacios anfitriones en el cuerpo, entonces serán menos vulnerables a las armas convencionales. Seguirán madurando y aprendiendo, haciéndose más inteligentes y adaptados a su ambiente. Se agruparán y coordinarán sus ataques, y se volverán mucho más diestros y letales, lo cual hará que sea mucho más difícil encontrarlos y derrotarlos. Llegará un momento en que será imposible detenerlos… Creo que lo que vinos esta mañana en aquella terraza supone el fin de nuestra especie.

10.11.2009

Los descubrimientos de la semana.


Uno: Centro Cultural El Prohibido y las tiendas de películas en Cuenca. El sábado tres de octubre Los Pescados llegaron a Cuenca para tocar con Los Recién Muertitos (banda local de blues acelerado que cuando toca lo hace a la velocidad de una locomotora). El concierto fue en El Prohibido, del que me habían hablado mucho y con razón: es la versión austral del castillo Greiscol, tenebroso, lleno de calaveras y diablitos, un refugio gótico, dark y kitsch que bien podría ser la casa del terror de un parque de diversiones.


Estuve en casa de varios amigos (músicos, biólogos, actores y profesores de ciencias naturales) y noté que sus colecciones de películas no sólo eran extensas sino muy bien surtidas, mezcla de buen gusto y curiosidad artística. Así que les dije que me llevaran a comprar pelis. Fuimos a caminar por el centro y creo que entramos a diez tiendas en cuestión de minutos (en una de ellas, junto a comedias infantiles onda Eddie Murphy, encontramos una cinta de porno gay que titula Lust in Translation, y nos partimos de la risa). Compré Bronco Billy (de 1980, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood), La fille coupée en deux (Claude Chabrol, 2007) y no compré más porque no me dio el tiempo y ahora tendré que volver y qué bacán porque volver a Cuenca resultó mejor que ir por primera vez.

Y también aprendí una valiosa lección: si preparas té de floripondios y pones cuatro flores en un litro de agua (y no una flor en cuatro litros de agua, como se recomienda), puedes perder el sentido del olfato por tres años.


Dos: Los cangrejos de Ochipinti e Hidrogenesse en Gkill. Los periodistas, escritores, poetas y grandes anfitriones Marcela Noriega y Francisco Santana me llevaron a comer los cangrejos de Ochipinti, en Los Ríos y Pedro Pablo Gómez, pleno centro, una zona que, me dicen, es medio lámpara. Sea como sea, se me permitió una esquina del paraíso y por eso estaré eternamente agradecido. Las mesas están prácticamente en la vereda y mientras le partes las patas al crustáceo escuchas a Gkill en pleno: los pitos de los autos, las puteadas de los choferes, los motores de los buses Selectivos, los vendedores ambulantes, los lagarteros (conocimos al dúo Él y Ella, les pedimos los pasillos Elsa y Olga, mabos de J.J. , y cantamos y brindamos con cerveza helada) y el man que vende discos en la esquina, hace las veces de DJ del lugar y te deja poner cuatro canciones de cualquier disco que le compres. Vayan con tiempo, Ochipinti es cuestión de horas. Puro sabor.



Antes de ir a Cuenca ensayamos en la sala que Las Vírgenes Violadoras alquilan en la calle Machala, dentro de un edificio que parece abandonado u okupado. Allí, Paolo El Huracán Thoret (a.k.a Sor Bete, voz y guitarra de VV) me habló por primera vez de Hidrogenesse, un dúo barcelonés de electro-pop-bizarro cuyos integrantes parecen haberse quedado colgados en un viaje de ácido. El Huracán los acababa de descubrir y estaba como loco con la canción Disfraz de tigre, no dejaba de cantarla e imitar algo parecido a una torpe coreografía. Tenía el tema en el celular y me dijo que era la mejor banda del mundo, totalmente adictiva. Días después de aquella revelación los busqué en YT y ahora, mientras escribo, capto que me es sumamente difícil concentrarme porque tengo la canción de fondo y no puedo hacer sino cantar y repetir los torpes movimientos de la coreografía.

A los doce años la cambiaron de colegio. La pusieron delaaante de sus nuevos compañeros. Le preguntaron de dónde venía… y dijo: yo he venido de mi casa.

Soy un disfraz de tigre. Soy un disfraz de tigre. Soy un disfraz de tigre.

Eres una máquina. Eres una piedra. Eres una planta. Eres un aniiimaaaliiitooo.

Máquinaaa… Pieeedraaa… Plannntaaa… Aniiimaaaliiitooo…





Tres: una adolescente con futuro en Manta. Una amiga me presentó a su hermana menor, que tiene dieciséis años de edad y escucha Sonic Youth, Pixies, AC/DC y está aprendiendo a tocar en guitarra y a cantar el soundtrack de Juno. Bien. Hay esperanza.


10.06.2009

Kaze no tani no Naushika


Nausicaä Of The Valley Of The Wind es la película épica del director, escritor, ilustrador y dibujante japonés Hayao Miyazaki, basada en su larga serie de comics homónimos. Se estrenó originalmente en 1984 y llegó a occidente de la mano de Walt Disney Home Entertainment, que, tras el éxito universal y contundente de Spirited Away, decidió editarla para el consumo anglo en 2002, junto a otros trabajos de Miyazaki y compañía: Porco Rosso (1992) y The Cat Returns (2002).

En Nausicaä…, Miyazaki presenta el apocalipsis como una consecuencia del desastre ambiental y en eso, hay que reconocerlo de entrada, se adelantó a muchos. La película empieza mil años después de una guerra global, cuyo mayor estrago fue haber separado a la humanidad de la naturaleza: del suelo y del cielo y de los animales y de las plantas. El mundo aparece inhabitable, una selva tóxica (que guarda el secreto de la salvación y una lección moral sobre el comportamiento animal) se expande acabando con cuanta nación encuentra y el Valle del viento, poblado por la princesa Nausicaä y su gente, es uno de los pocos lugares donde se puede vivir, por lo pronto. La invasión de los poderosos y violentos es inminente. Con un nuevo combate, arrancan el segundo acto de la cinta y el discurso que Miyazaki ofrece sobre el poder: algo que te ciega, que te cierra los ojos y el alma. La princesa Nausicaä es la figura romántica y casi utópica de una líder ideal: valiente, arriesgada, cariñosa, lanzada y, lo más importante, absolutamente consciente de que la violencia es producto del miedo y de que los combates armados sólo conducen a la destrucción total. Tal vez, como personaje, sea demasiado buena como para ser real. Tal vez le falten defectos, algo de carne y la inevitable vulnerabilidad humana. Miyazaki quiere tanto a la princesa, y confía tanto en ella, que se le va la mano. Pero mejor así: prefiero que el cariño hacia los personajes sobre y no falte. Estamos hablando de una niña que en esta historia se da cuenta de lo que significa ser princesa, símbolo de un pueblo y, también, de lo que significa ser mujer. Porque en todo este asunto la sensibilidad femenina es clave: unir en vez de separar, hablar en vez de disparar, salvar en vez de matar.

El look de la película, plasmando un futuro intoxicado y bucólico al mismo tiempo, me recordó por momentos a esos días felices en que pasaba las tardes viendo a Rick Hunter y Lisa Hayes en Robotech. Miyazaki está obsesionado con varias cosas, entre ellas el arte de leer el viento y las máquinas hechas para volar (su forma de mirar las batallas aéreas, sus ángulos, las turbinas y los cañones, son increíbles: un conjunto de luces y rasguños perfectamente sincronizados). Es, sin duda, un autor. Habla de las cosas que le importan, que siente cercanas, urgentes, y no le importa repetir su mensaje, cada vez lo hace mejor, de manera más clara y poética. Nausicaä... es el principio de Miyazaki en el cine pero no se trata de un Miyazaki principiante. Todo lo que nos ha querido decir a lo largo de estos años y a través de sus películas comienza aquí.







10.02.2009

Los pavos de Manolito Marquez



La primera vez que escuché a los Mojinos Escozios estaba en Gkill, tenía un trago en la mano y un par más adentro, en el sistema operativo. Omar Sotomayor, vocalista-bajista-compositor de Ultratumba, me habló de la banda como los creyentes hablan de Dios. Luego se sentó frente a mi laptop, se metió a YouTube y empezó a mostrarme videos y yo empecé a reírme y creo que, en algún momento, me eché en el piso y reí tanto que lloré.





Si ves una foto de los Mojinos lo primero que piensas es que se trata de una broma. No puede ser que cinco tipos que se vean así tengan una banda, miles de seguidores, diez discos de estudio (Demasiado perro pa trabajá, demasiado carvo pal rocanró, su segundo álbum, editado en 1998, vendió 200.000 copias, convirtiéndose en doble platino) y hasta una película protagonizada por ellos que tuvo a bien llamarse: La gran mentira del rocanró (¿habrán tenido que pagarle derechos a los Pistols?). Pero sí, es verdad, y de qué manera. Son un grupo de rock, son españoles y aunque en teoría no suenan mucho fuera de su país, he descubierto que tienen embajadores por todas partes: en cada rincón del mundo hay alguien que los ha escuchado (y alguien que los ama). Musicalmente hablando, son más bien ochenteros y se nota a leguas que parte de sus vidas fueron entregadas al Heavy Metal. El verdadero asunto con los Mojinos son las letras: una serie de parodias vulgares y silvestres que funcionan en varios niveles. Se meten con todo y con todos. Por ejemplo, en 2003 lanzaron Ópera Rock Triunfo, su versión privada del fenómeno español Operación Triunfo. Por ejemplo, en 2007, mientras Miguel Bosé recorría América Latina festejando sus 30 años de carrera con un álbum de duetos llamado Papito, los Mojinos Escozios lo celebraron a su manera y sacaron un disco llamado Pa pito el mío. Y lo mejor es que toman en serio su trabajo pero no se toman demasiado en serio y se burlan de sí mismos, como la gente decente.