El miércoles nueve de julio, en Guayaquil, exactamente en la Plaza Central del Palacio de Cristal, a las 17h00, se presentó el libro Historias bajo el sol, una antología Ecuador meets Perú de narrativa contemporánea. Hasta donde entiendo, el libro fue idea del consulado de Perú en Ecuador y, en un principio, debía ser trinacional e incluir cuentistas colombianos. Me hubiera gustado que así sea, the more the merrier, como dice Zodiac, el asesino en serie, en la película que lleva su nombre y de alguna forma se hizo en su honor. En todo caso, la intención es lo que cuenta y proyectos como este ayudan a que escritores jóvenes o jóvenes adultos de varios países se conecten.
La mala noticia es que el libro no tendrá vida comercial, es decir, no se pondrá a la venta para el público en general. La gente que asistió al evento, en el marco de la Expolibro 2008, recibió un ejemplar gratuito, pero de ahí supongo que habrá que ser diplomático y estar en una cena aniñada para conseguir uno. El caso es que la edición no tiene fines de lucro y me imagino que no deben ser un millón de ejemplares los impresos. En todo caso, el libro está afuera, existe.
Acá la lista de escritores ecuatorianos figurantes y los títulos de sus cuentos:
Usted y un muerto………………………………………........... Carolina Andrade
Hipocondría a gotas………………………………………....... Andrés Emilio León
La exhibicionista, las señoras y los calzones en el guardarropas de Dylan Thomas..........Ángela Arboleda
El secuestro de la periodista del New York Times……............Fernando Itúrburu
Tarde/Calle………………………………………………….........Eduardo Varas
El hombre que palpitaba con dos corazones……......Augusto Rodríguez
Las emisarias………………………………………......Leonardo Valencia
Flamius Rex………………………………………….....Solange Rodríguez
Un postulado....................................................................María Leonor Baquerizo
Aventuras de un grupo de becarios en una universidad norteamericana…Miguel Antonio Chávez
El lugar de los hechos………………………………......Juan Fernando Andrade
Cerco de guerra………………………………………....Hans Behr Martínez
Faltan nombres, cómo no, no hay tal cosa como una “antología completa”, aquello es imposible y quien se lo proponga se está mintiendo a sí mismo. Me hubiera gustado que estén, por ejemplo, los quiteños Jorge Izquierdo y José Hidalgo, y el guayaquileño Juan Carlos Cucalón, y José Elías Urdánigo, de Santo Domingo, entre otros. Pero ya lo dijeron los Stones: you can’t always get what you want.
Mi cuento apreció por primera vez en noviembre del año pasado, como parte de una antología virtual de la página http://www.literaturtas.com/, de Barcelona-España. El cuento tuvo su público y sus buenos, digamos, reviews. A mi me gusta, me piace. Quise hacer un cuento sobre la maldad pura, sobre ese momento en el que todo lo que importa es hacer daño, hacerle daño a esa persona que uno ama o cree que ama o amó alguna vez. No creo haberlo conseguido, pero creo que me acerqué.
Acá va.
Por Juan Fernando Andrade
Fallé. Le prometí a Lucía que vendría entero. Esa era la condición. Yo iba a llegar entero y ella iba a escuchar lo que yo venía a decirle. Ella iba a volver. Yo iba a convencerla de que vuelva. Quiero más. Me quiero perder. Me quiero ir al lado oscuro y quedarme en el black out hasta próximo aviso. Ella no iba a verme así porque yo no iba a estar así como estoy, para atrás, mal. Yo iba a llegar seco. Yo iba.
Para empezar, no debí haberla citado en el Mini Market de una Repsol. Me levanto, voy hasta el congelador, directo al grano. Avanzo hasta la caja, pago, doy vuelta a la tapa, veo el humo frío trepando desde el cuello de la botella, recibo los veinte centavos de cambio, los guardo en el bolsillo, calculo que puedo tomarme otras cuatro cervezas y cuando regreso a donde estaba sentado, descubro al tipo sospechoso ocupando mi lugar.
Paso de largo. El tipo sospechoso me mira. Su barba irregular, su verruga color sangre en la mejilla izquierda, sus ojos horizontales, su chompa de Los Angeles Raiders, sus uñas largas y mugrientas. Todo él me sigue hasta que me siento en la mesa de junto, dándole la espalda. Lucía va a decir que cómo voy a luchar por ella si ni siquiera puedo luchar por una mesa. Que se vaya a la mierda y que la lleve ése man que no ha cumplido los treinta y maneja su propia empresa.
Bebo. Cierro los ojos. Bebo con los ojos cerrados y siento como voy perdiendo señal, audio y video. Sé que mañana será peor y no estoy seguro de si mañana tendré el dinero necesario para calmar el temblor. Mañana es un problema del que me ocuparé mañana, como corresponde. Por ahora tengo cosas más importantes en qué pensar. Abro los ojos y el tipo sospechoso está sentado frente a mí. No me cabe la menor duda: es un criminal o está a punto de convertirse en uno.
No se asuste. ¿Qué quiere? Quiero hacerle un favor. Silencio. Esa mujer que está con usted es mala. Me pongo de pie, me llevo la botella a la boca y vuelvo a mi mesa original. El tipo sospechoso hace lo propio y un segundo después está, de nuevo, en mis narices. Estaba oyendo todo, todito lo que le dijo, ella no cree que usted pueda dejar el trago y por eso se va con el otro gil. Sonrío. No es problema suyo. Mi mujer es igualita, me botó de caleta y no me deja ver a mi pelado. Lo siento mucho, pero qué quiere que haga. Déjeme darle un buen susto, ¿ya? Ya la asusté bastante, al que habría que asustar es al otro gil. Usted y yo sabemos que el otro no tiene la culpa, a la final las que deciden son ellas. Vuelvo a sonreír, el tipo sospechoso es gracioso después de todo. ¿Qué dice? Silencio ¿Un susto? Nada más, se lo juro. Le digo veamos y el tipo sospechoso me extiende la mano. Se la estrecho, su palma es rugosa, vieja, tiesa. El tipo sospechoso me muestra una sonrisa a la que le faltan tres dientes.
Se pone de pie y mira alrededor. Mira al mesero trapear el piso, a la chica de la caja contar billetes y a Lucía salir del baño acomodándose la falda. El tipo sospechoso saca un revolver del bolsillo de la chompa y lo apunta directo a ella.
Se me quedan todos quietos o le meto un tiro. Lucía se pone stop. El tipo sospechoso camina directo a ella. El mesero suelta el trapeador, se acerca a la chica de la caja y la abraza. La chica de la caja no suelta los billetes ni trata de esconderlos. El tipo sospechoso toma a Lucía por el brazo, con fuerza, con rabia, le pone el fierro en la sien. Lucía se rasca ambos muslos con ambas manos. Conozco ese gesto, está a punto de quebrarse. Quiero echarme otro trago pero elijo no delatarme y pongo cara de terror y me aguanto las ganas de mear y cuando me acuerdo del baño siento el sabor del vómito trepando por mis tuberías. Inhalo. Exhalo. De vuelta en el mundo el tipo sospechoso le dice a la chica de la caja que le entregue los billetes a Lucía. El cuadro se congela. Deme la plata o la mato. El tipo sospechoso no grita, habla lento y claro, como dando un discurso. La chica de la caja le acerca los billetes a Lucía y ella los aprieta.
El tipo sospechoso obliga a Lucía a ponerle los billetes en el bolsillo del pantalón. Ella obedece. Luego le pide que se quite la falda. Aquí suceden los sollozos de Lucía. ¿No me escuchaste?, que te quites la falda. La voz del tipo sospechoso es prácticamente un susurro. Lucía se queda quieta, y muda, sus lágrimas se le caen de la cara y revientan en el piso. ¿O quieres que te la quite yo?
Salud. Hace cinco minutos quería desaparecer, morirme, pero tú, hermano, me has salvado, has hecho justicia y has hecho dinero, lo has hecho bien, mi pequeño salta montes.
O te quitas la falda o te la quito yo. Lucía tiene los brazos pegados al cuerpo y las piernas juntas, juntas como nunca antes. Lucía levanta la cabeza para mirarme y en sus ojos veo que está cayendo y que no tiene de dónde agarrarse.
El mesero dice ya tiene la plata, no le haga nada, por favor. Lo dice como rogando, cero dignidad. El tipo sospechoso le pide que se acerque. El mesero sale de detrás de la caja, da cinco pasos cortos y se detiene. El tipo sospechoso le dice no tengas miedo, ven. El mesero marcha como un soldado de plomo hasta quedar a diez centímetros de la verruga color sangre. El tipo sospechoso lo golpea en la frente con la culata de la pistola. Eso tiene que doler. El mesero cae al suelo. Lucía y la chica de la caja gritan al mismo tiempo, como si lo hubiesen ensayado. El tipo sospechoso mira el cuerpo retorciéndose en el piso y dice nadie te pidió que hablaras.
La chica de la caja empieza a llorar. Lucía no se mueve. El mesero, en el piso, está sangrando, poco, nada grave. El tipo sospechoso lleva su mano a la cintura de Lucía y la posa sobre el cinturón. Te juro que va a ser mejor si lo haces tú.
Los dedos de Lucía actúan torpes sobre la hebilla. Tal vez lo esté haciendo a propósito, tal vez esté quemando tiempo, tal vez tenga un plan.
La falda cae al suelo y se arruga acorralando los tobillos de Lucía. El calzón negro, diminuto, es un espectáculo aparte. Seguro tenía pensado pasar una noche caliente con ese que “si lo conocieras de ley no dirías esas cosas, te caería bien” DIOS, CÓMO PUEDES DECIRME QUE EL HIJO DE PUTA SERÍA MI PANA SI NO TE LA ESTUVIESE CLAVANDO.
Se acabó. Por mí, que la mate.
El tipo sospechoso se arrodilla, baja el calzón hasta las rodillas y hunde su nariz en el clítoris que solía pertenecerme, justo entre el comienzo de los muslos, donde me gustaba dormir. El tipo sospechoso huele, absorbe moviendo la punta de su nariz como una rata hambrienta, escarba, rebusca, revuelve, goza, recuerda a su mujer y a la venganza que le debe a su mujer. Lucía encorva la espalda, abre la boca, un espeso y burbujeante chorro de baba cae desde su labio inferior hasta la cabeza del tipo sospechoso.
Ahí tienes, Lucía. Por decirme que coleccionar LP’s no es un trabajo. Por decirme que los grandes no se ponen Converse en los matrimonios. Por decirme que Tom Waits canta horrible. Por decirme que Bob Dylan es aburrido. Por decirme no te puedes gastar mil dólares en una guitarra vieja. Por sugerirme que mejor pague la primera cuota para comprar un carro. Por demorarte diez horas en el baño antes de ir a trabajar para que “mi amigo Gerardo” te vea luminosa. Por preguntarme si me gusta más la blusa celeste o la blusa azul. Por contarme que a “mi amigo Gerardo” le dieron el primer premio en una bienal de arquitectura en Oslo. Por aclararme que “mi amigo Gerardo” es el único arquitecto ecuatoriano que ha construido en Tokio. Y por dejar las toallas en el piso del baño.
El tipo sospechoso sale de su coma, desciende, y se para en dos patas. Le dice a Lucía que por favor se suba la falda. Ella se agacha, se sube la falda y ajusta la hebilla el cinturón. Aprieta hasta donde puede.
Me acerco al congelador y agarro un six pack, la esperanza repartida en seis ampollas. El tipo sospechoso camina hacia mí, se detiene y me dice gracias. Todo en orden. Le ofrezco una cerveza que no acepta. Estoy tratando de dejarlo. Suerte. A usted también. Yo apuro un trago. El tipo sospechoso agarra una barra de chocolate y abandona el lugar de los hechos. Afuera, guarda pistola en el interior de la chaqueta, rompe la envoltura del chocolate con los dientes, se lo mete entero a la boca y se retira tranquilo, más ligero de lo que llegó. Adentro, la chica de la caja se acerca al mesero, le sostiene la cabeza, le pregunta ¿estás bien? y le dice necesitas una ambulancia. El mesero dice que no hace falta, que le traiga una funda de hielo y ya.
Lucía se acerca a un anaquel. Lucía me lanza frascos de aceitunas. Lucía tiene mala puntería, fatal. Las aceitunas ruedan sobre las baldosas recién trapeadas, verdes, negras, aceitunas con pepas y aceitunas rellenas con cubos de pimiento. Lucía quiere matarme, creo que nunca había sentido algo tan fuerte por mí. Lucía y yo somos uno. Te deseo suerte, Lucía, y dolor, que la pases mal, que te rompas, que no te alcance el alma para tanto arrepentimiento. Lucía dice que va a llamar a la policía. Lucía es una mujer hermosa y una perra desalmada haciendo guardia en las puertas del infierno. Lucía, mi amor.
11 comentarios:
Jorge Izquierdo promete, donde se lee mas del pana?
Este cuento me gusta, ya habiamos hablado al respecto...para cuando la version cortometraje?
Fui a parar en tu blog accidentalmente.
Esta muy bueno,muy interesante.
cariños
La semana que viene voy a estar por toqui un par de horas, dónde es que se puede encontrar tus libros loco, porque los busqué en la página de librimundi y están agotados.
Por cierto mi nombre no es José, en realidad me llamo Ramón Elías, pero de pelado nunca me gustó el nombre Ramón, así que me acostumbré a que me llamaran Elías, en fin. A mi también me gustaría haber estado en esa selección, por supuesto, aunque yo prometo poco y lo que prometo no lo cumplo, pero me gusta contar.
Lo que quería decirte es felicitaciones por todo lo que te está pasando con lo de tu crónica y eso, bien ese ñeque.
Hay nos escribimos
Sinceramente me gusta mucho la cotideanidad y simplicidad con q escribes.
Este cuento ya lo habia leido antes, me parece excelente... No siempre se puede llevar las cosas al plano real pero al menos siempre nos quedará la imaginacion.
Un abrazo :)
Voy a actuar tal como lo haría una pelada de 15 frente a Ricky Martin. Salamero, perro, adulador. Bacán, está bueno el texto. Y de seguro miles de personas te pedirán aburridamente que revises sus blogs y opines de sus divagaciones. Me uno al clan. Lo siento, estoy embrujado con la filosofía del "nada que perder", así que aprovecho que no me ves le cara y sólo te dejo la dirección.
www.nadiemelodijo.blogspot.com
Excelente. Siempre es un divertido ejercicio leerte escribir sobre aquellas cosas trascendentales que no todos ven.
Elías Urdánigo si cumple...la cronica del chongo pobre en soho me gusto mucho...me trajeron la revista de Quito hace un par de meses, muy bien escrita...y el blog esta bien tambien. chequéenlo
www.lonelyvacationclub.blogspot.com
este segundo buche, del mismo aguardiente o copete, te lo dedico panita viejito; porque el primero me lo meto solito y va sin dedicatoria. A POR TI !!!
Ramón Elías, yo encontré libros de Juan Fernando y de otros escritores ecuatorianos en la Librería Española. Hay un "Outlet" en la Amazonas y 18 de Septiembre y la principal está al suroeste de la Mariana DJ y 10 de Agosto.
vamos ahí!!!
el cuento sigue pegando, q' suerte. y sí, me gustaría verlo en forma d corto, tal vez lo adapte yo, o sea el mismo Danielo, quien tuvo la idea original.
la vida c llena d proyectos, esperemos q aunque sea un cuarto d ellos c cumplan.
abrazos
Loco, tenía entendido que por ejemplo Jorge no entró al no ser un escritor de la Costa o de Guayaquil (auqnue no he revisado toda la lista para ver si es cierto), pues desde Quito se estaba coordinando otra antología de estas... Pero bueno, ya sabes cómo son de caprichosas las antologías.
Saludos
PD. no me dieron los libros. Esta semana regreso al Manso y retiro un par de ejemplares para mí y otros para ti.
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