La película se llama Le Diable probablement, fue escrita y dirigida por el francés Robert Bresson (1901-1999) y se estrenó en 1977. La vi ayer. Por razones varias, necesitaba dejar de pensar, desconectarme, unplugged myself to live. Buscaba entretenimiento y esta la tenía hace meses esperando turno para debutar en mi DVD player. Miré unos pocos segundos la portada y sin darle muchas vueltas al asunto dije: why not? Más de uno dirá, no sin razón pero tampoco con toda la razón del mundo, que una película francesa (o una película de Bresson) no es lo adecuado para momentos en los que se procura el mero y sano esparcimiento.
Charles tiene veinte, ya no es un adolescente, peor aún un hombre. Como todos en algún momento, busca algo que lo convenza de que vale la pena seguir caminando sobre esta tierra. Lo busca entre las dos chicas con las que se acuesta y cree amar (lo que en rigor cree, es que en el amor hay una esperanza, una razón). Lo busca en sus amigos de izquierda que creen estar no sólo viviendo sino protagonizando la revolución definitiva. Lo busca en los nihilistas medio hippies reunidos a la orilla de un río, en silencio, tocando una flauta y unos tamborcitos que parecen de juguete y suenan a hierba. Lo busca en los anarquistas que no le dan mucha bola. Lo busca en un psicólogo al que le dice “Sé que soy más inteligente que los otros. Estoy perfectamente consciente de mi superioridad. Pero si hiciera algo, estaría siendo útil en un mundo que me da asco y traicionaría mis ideas. Prefiero pensar que no hay salida”. Así de directo es Charles y así de directo es Bresson y así de directo es, probablemente, el Diablo.
Charles es flaco, lleva el pelo largo y se viste como si tocara en una banda de rock a la que no le va del todo bien. Su rostro tiene siempre un tono entre bajoneado-bajoneante y arrogante, con la cuota obvia de grunge. Charles y uno de sus amigos, que se viste como un resignado oficinista, van en un bus y se preguntan quién lleva las riendas del universo. Piensan en Dios. Pero enseguida, un tipo mayor, calvo y amargado, de esos que uno puede darse cuenta a leguas odian su trabajo y parte de su vida, les dice, cabreado, “No sé… el Diablo, probablemente” Queda claro que esta es una de esas pelis pesimistas. Aunque por lo general odio eso de matar al personaje principal de tu historia (y eso que soy fan de Kurt Cobain, de Andrés Caicedo y de Hunter S. Thompson), esta me pegó. Al principio vemos dos notas impresas en periódicos: la primera habla sobre el suicidio de un joven y la segunda plantea la posibilidad de que se trate de un asesinato. La verdad, como ya se lo imaginan, como no podría ser de otra manera, es que Charles decide morirse y da lo mismo si es él u otro quien gatilla el proyectil.
La cosa es que algo pasa con esos disparos. Esos disparos duelen. Duelen mucho. Desde los disparos en Elephant de Gus Van Sant que no sentía algo como esto. Algo como estar ahí, apenas centímetros alejado del lugar donde se está disparando un arma y donde un cuerpo cae sin vida al asfalto enfriado por el viento de la noche. Algo como temblar con cada descarga, con cada pequeña explosión. Supongo que a veces, estamos más predispuestos a sentir cosas. Hay días en que nos abrimos y días en que nos encerramos bajo siete llaves y no queremos saber es nada de nadie. Bresson lo entendió bien. Bresson no se mató pero mató a uno de sus personajes más notables para defender un punto y generar opiniones. Hágase el silencio.
· La conseguí en el C.C. El Espiral (Quito, Ecuador).