El
amante uruguayo, el
libro de no-ficción del peruano Santiago Roncagliolo, es a la historia de la
literatura latinoamericana lo que un programa de prensa rosa es a la farándula
actual: gracias a dios por eso. Armado sobre todo con imágenes de archivo, cosas
que pasaron o pudieron haber pasado entre 1933 y 1960 aproximadamente, este
documental introduce un personaje increíble –por jugoso y por difícil de creer–
a la trama que creíamos conocer, un escritor prolífico y desesperado llamado
Enrique Amorim.
Como buen programa
sobre famosos, el título de este libro miente, pero se redime mostrando harto
más de lo que sugiere su portada: una foto en la que Amorin bebe cerveza junto
a García Lorca, el amor de su vida. El libro no es una memoria de alcoba sobre
el romance entre estos dos sino una biografía de Amorin que aprovecha el
contexto para contar lo que pasaba en los alrededores de su vida con la beautifil people de una belle époque de sexo, alcohol y
comunismo; de poesía, pintura y farándula existencial.
Esta vida de Amorim,
que más que escribir quería con todas sus fuerzas ser escritor cuando eso significaba
viajar para estimular el pensamiento del mundo y tirar con quien se le antojara
(qué tiempos aquellos), tiene de personajes secundarios a un Picasso que no
sabe cómo complacer al Partido Comunista, a un Neruda desnudo correteando
mujeres en la azotea de un edificio, a un Borges que no sabe cómo tratar a las
mujeres, a un Chaplin en campaña política y, claro, a un García Lorca
convertido en la primera superestrella de las letras españolas, rodeado de groupies entrando por la ventana del
baño.
Amorim
era uruguayo, millonario y homosexual. Gastó buena parte de su fortuna tratando
de comprar los amigos correctos, pero incluso los comunistas que imprimieron
revistas para defender la justicia social con su fortuna terminaron dándole la
espalda. Quiso convertirse en estrella a toda costa pero su talento no le
alcanzó y esa fórmula de caerle bien a
todo el mundo lo llenó de soledad. Publicó más de treinta libros y de paso
inventó el marketing literario, pero su mejor historia es la que no pudo contar, la suya, la que ahora nos pertenece.
(El Comercio)
1 comentario:
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In a limpid
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a white shade
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Francesco Sinibaldi
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