9.19.2013

Perdido en un best seller


Nick acaricia el pelo de su esposa Amy. ¿Por qué eres tan maravilloso conmigo?, pregunta ella, asombrada. Nick no necesita elaborar una respuesta, sabe perfectamente lo que va a decir y responde enseguida. Porque me das lástima… cada mañana tienes que despertarte y ser tú. Aunque no los vemos, sabemos que se están mirando. Eso es lo que queremos, que se miren, que sonrían, incluso que se besen. Después de 500 páginas, nos lo hemos ganado, es la recompensa que merecemos por estar tan perdidos como ellos.    
Perdida, el thriller de Gillian Flynn (Kansas City, 1971), puede obligarte a hacer cosas que resultan asombrosas en este siglo, olvidar a propósito el cargador del Smartphone o hasta salirse de la zona Wi-Fi y resistir la tentación de twittear líneas como estas: Un montón de gente carece de ese don: el de saber cuándo desaparecer de la puta vista, o Cuanto mayor la mentira, más fácil de creer, o también Somos un prolongado y aterrador clímax. Nick y Amy son adictivos, radioactivos y contaminantes, imaginen a Bonnie & Clyde matándose a tiros mientras José José canta Amor como el nuestro no hay dos en la vida, acompañado por Nine Inch Nails.

El día en que la pareja cumple su quinto aniversario de matrimonio, Amy desaparece dejando un rastro que brilla en la oscuridad: una mancha de sangre que fue trapeada poco después de haberse derramado, los muebles de la sala orquestados para delatar un falso robo, y una serie de pistas que conducen a un solo culpable, Nick. En estos, los días de la inmediatez, el caso se vuelve un aparato mediático en cuestión de minutos y mientras el público lamenta la pérdida de una mujer asombrosa –literalmente, ya lo verán– condena a un hombre a la hoguera y pide su cabeza en una funda de basura. Los detalles, escabrosos, románticos y enfermos, se van revelando durante capítulos en que Nick y Amy alternan el turno del narrador como testigos en un juicio por homicidio. Así descubrimos que ella tiene un pasado que acaso justifica y vuelve necesario su indiscutible talento de psicópata; y él, por su parte, carga con la eterna maldición masculina de los que no quieren crecer ni hacerse cargo de sus errores ni decir la verdad. Después de todo sí, son el uno para el otro.

Gillian Flynn, que ya antes había publicado las también trastornadas novelas Heridas abiertas (2007) y La llamada del Kill Club (2009), ésta última favorita de los reseñistas del New Yorker y libro del año según el Chicago Tribune, alimenta con Perdida -que dicho sea de paso será también una película de David Fincher con guión de la misma Flynn- su reputación de autora de best sellers de primera necesidad, libros que no tardan en superar el prejuicio de la moda y el éxito en taquilla para entrar, un poco a la fuerza, es cierto, en las casas y en las mentes de los que no suelen leer best sellers o por lo menos no en público. Esto, quizás, se deba a que Flynn fue durante muchos años crítica de televisión y perdió su trabajo por culpa de la crisis. Es decir que tiene experiencia en el entretenimiento y sed de venganza.   

¿Qué nos hemos hecho el uno al otro? ¿Qué nos haremos?, piensa Nick. Esas preguntas podrían ser, en este caso, sus votos matrimoniales, mucho más acertados y aterrizados que aquello de hasta que la muerte nos separe. En novelas como estas, en hogares como este, la muerte puede suceder en cualquier momento, la cuestión más bien es tomar la delantera para alcanzar el puesto de viudo y no de occiso. Mucha gente dice que moriría por amor, pero la verdad es que a lo mucho están dispuestos a matar. 

(Arcadia)  

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