Before Midnight, la cinta con la que Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke han decidido cerrar –por lo pronto– la trilogía y el mundo que formaron Before Sunrise y Before Sunset, no es sólo la mejor de las tres partes sino que es también más película, más cine y más vida que las anteriores. Ahora que los personajes pasan de los cuarenta años, que ya no son ni tan jóvenes ni tan hermosos como antes, sus problemas domésticos son la clase de tragedia que podría pasarle a cualquiera y acabar con todo.
Durante una noche-larga-noche en alguna
playa griega, en la que se supone sería la velada más romántica de sus
vacaciones, Jesse (Hawke) y Céline (Delpy) entran casi por accidente en una
discusión de la que quizás nunca podrán salir. Es una discusión que conocemos,
que también hemos tenido y de la que muchas veces tampoco hemos podido escapar.
¿Qué nos pasa? ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos va a pasar? Miras hacia atrás, miras tu
vida extendida como una carretera que ya no irá hacia donde querías ir sino que
únicamente llegará hasta donde llegaste, hasta donde has llegado. Tomaste
decisiones, asumiste riesgos, escogiste. Te enamoraste, te la jugaste por eso
que parecía el universo en tus manos y ahora se derrama y se quiebra o quizás
simplemente pierde algo de brillo. Before
Midnight enfrenta a sus personajes a un momento sin encanto, a las libras
de más, a las canas, a las hijas pequeñas, a la falta de sueño y de tiempo. El
amor no se acabó, pero se transformó en otra cosa. Se transformó en esto, en una
pelea con gritos y mala onda y ganas de hacerle daño al otro; con verdades que
duelen pero que ojalá le duelan más al otro; con esa sensación extraña y tóxica
de que tu vida sería mejor si no la hubiera interrumpido la persona que hasta
hace cinco minutos creías amar con toda el alma. O algo así. Al final, queda
claro, lo que tienes que hacer es escoger tus batallas porque la esperanza, la
única esperanza de que esto sobreviva, de que pase, de que hablemos por fin de
otro tema, está en la energía que tengas para discutir. Si peleas es porque
todavía te importa.
Los que tienen la edad de los personajes
y vieron las películas en su momento, la primera en 1995 y la segunda en el
2004, se miran en ésta a un espejo que les muestra el reflejo de su propia madurez,
de lo que funcionó y lo que no tanto. Esta es, hoy, la vida. Y mientras haya
algo por qué gritar, mientras sigamos gritándonos y seamos capaces de sacarnos los
ojos, quizás también seamos capaces de tocar el amor. Es lo que le pasa a Jesse
y Céline.
(El Diario)
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