Matthew McConaughey está pasando por un gran momento. Yo diría que todo empezó en el 2008, cuando apareció en Tropic Thunder, la comedia sobre guerra pero más que nada sobre la industria del cine y los actores traumados que dirigió Ben Stiller. Dentro de un elenco armado como un escuadrón, que nominó a Tom Cruise a un Globo de Oro y a Robert Downey Jr. a un Oscar, McConaughey tuvo un papel secundario pero inolvidable y todo el mundo estuvo feliz de verlo tan bien y a los tiempos.
Su momento de máxima exposición había
pasado hacía más de diez años, cuando compartió set con Samuel L. Jackson y
Sandra Bullock en A Time to Kill, de
1996, y con Woody Harrelson en EDtv,
de 1999. De ahí en adelante algo pasó con McConaughey, aunque nunca dejó de
trabajar, los proyectos que escogió no despegaron o no se hicieron ver o
simplemente fueron los equivocados, como The
Wedding Planner, con Jennifer López. Desde Tropic Thunder en adelante, en cambio, el hombre ha tenido una serie
de aciertos que le han devuelto, de a poco y no sin sospechas, un protagonismo
que quizás no anda buscando y que capaz ya no necesite. Me refiero a cosas como
Killer Joe, una cinta negra, redneck y perturbadora, donde McConaughey
hace uno de sus mejores papeles hasta la fecha en la piel de un policía que
redondea el mes como asesino a sueldo, un tipo psicópata, depravado y corto de
paciencia, acompañado, entre otros, por una sorprendente Juno Temple. O Magic Mike, una película menospreciada
porque sus personajes principales son stripers
masculinos en la que McConaughey es una especie de Obi-Wan Kenobi del baile erótico
para damas, un sabio de fiesta y gimnasio. Finalmente, me refiero también a MUD, una historia sobre el amor, la
amistad y la venganza dirigida por Jeff Nichols (ver también Take Shelter, su película anterior), donde
McConaughey habla poco pero dice y hace mucho en compañía del joven Tye
Sheridan, un adolescente que está empezando su carrera lento pero seguro. Basta
con estos tres títulos para saber que estamos frente a un actor que se reconstruye
ante nuestros ojos.
Tal vez Matthew McConaughey ya se había
convencido de que jamás sería -o volvería a ser- una celebridad y por eso ahora trabaja como
un monje budista medita, sin pensar en más recompensas que el mismo trabajo. Escoge
proyectos relativamente pequeños y marginales que seguro otros rechazarían,
pero estará en la nueva de Scorsese y también en la nueva de Christopher Nolan,
es decir que la gente seria de Hollywood lo está tomando otra vez, por fin, en serio. Se lo
merece, se nota que más que ser estrella ahora quiere ser actor y más que ser actor quiere
ser él mismo, quienquiera que este sea.
Ambas películas están disponibles aquí.
2 comentarios:
Pilas con esto: http://youtu.be/i8i5CR4kDjM
gracias!
y pilas con Dallas Buyers Club...
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