Esta noche, a las 19h00 en el Teatro Sucre, se estrena la nueva película de Sebastián Cordero: Rabia. La cinta inaugura una edición más del Festival Iberoamericano de Cine “0 latitud” Para estar a la altura de la ocasión, la revista Mundo Diners me pidió que entrevistara a Sebastián y escribiera una especie de perfil biográfico. El resultado es lo que los artistas plásticos llaman “técnica mixta”, un texto híbrido, un mix de cosas y emociones que me tiene muy contento.
Aquí va. Las fotos son de Coco Laso.
Sebastián Cordero
Una historia basada en hechos de la vida real
Por Juan Fernando AndradeMartes, 3 de agosto, 2010. Sebastián Cordero y yo estamos sentados en el piso alfombrado del cuarto de su hijo, cada uno tiene un gin tonic en la mano. Nos conocimos en 1999 pero nos hicimos amigos siete años después, cuando empezamos a trabajar juntos en uno de sus proyectos. Entre los dos está mi grabadora y el foco rojo apunta hacia él. Curioso, como periodista uno tiene la obligación de preguntar las cosas que no se atreve a preguntar como amigo.
- Empecemos por el principio. ¿Qué recuerdas de tu infancia?
- Nací en el 72, soy el menor de cuatro hermanos, recuerdo haber sido muy pegado a ellos, sobre todo a mi hermano Juan Esteban. Teníamos mucho en común. Me interesaba mucho todo lo que hacía. Coleccionaba mariposas, estaba muy metido en la entomología, toda esa onda de matarlas sin que se les dañen las alas. Cuando se iba de paseo de fin de curso al oriente, volvía con una cantidad de bichos impresionante, a mí me parecía fascinante todo eso. Y todo lo que me contaba de la música, era alguien lleno de anécdotas, como una enciclopedia viviente. Me gustaba mucho sentarme a escucharle.
- Tu hermano músico.
- En algún momento todos tocamos piano. Mi mamá tenía esta obsesión con la música y nos empujó en esa dirección. Mis papás grababan casetes para enviarle a un tío que vivía en Estados Unidos. No éramos nada malos, de hecho gané menciones en algunos concursos. Pero todos, menos Juan Esteban, fuimos abandonando la música de a poco. Yo toqué piano de los cuatro años hasta como los trece, también toqué violín, guitarra y saxofón. La música era un elemento en la casa.
En su casa se almorzaba y se comía con música clásica de fondo. Esteban, su padre, tenía una colección de vinilos que organizaba y escuchaba en orden alfabético, de esta forma, pensaba, llegaría el día en que lo hubiese escuchado todo.
- Mi papá era muy neurótico en ciertas cosas, tenía esta onda obsesiva de no perderse de nada. De niños viajábamos mucho. La primera vez que fuimos a París mi papá tenía el libro “París en cuatro días”, que era un clásico. En esos cuatro días veías todo, to-do. Yo luego viví seis años allí y todos los monumentos los conocí probablemente durante esos cuatro días del primer viaje con la familia.
Mónica Espinosa, su madre, me cuenta que las vacaciones de verano se organizaban en torno a los grandes festivales de música clásica en Europa. “Siempre pensé que mis hijos debían saber que en el mundo hay otra gente que hace lo mismo que ellos y tal vez mejor. Desde pequeños estuvieron expuestos a la excelencia.” Mónica creció en una familia dedicada a la agricultura, en su casa nunca hubo libros ni discos, pero ella estudió danza clásica y tomó lecciones de francés desde pequeña. Era cuestión de tiempo, mejor estar preparada.
Salzburgo, Austria, 1976. Los Cordero Espinosa atraviesan el Atlántico para ver a la violinista alemana Anne-Sophie Mutter al mando de Herbert von Karajam, director de la Orquesta Sinfónica de Berlín. Demasiado tarde, no hay entradas. Esteban toma la mano de su hijo mayor y trata de consolarse mostrándole el teatro. Un acomodador se les acerca y les pide gentilmente que se retiren. Esteban lo mira a los ojos, le habla en voz baja, le dice este niño es pianista, hemos venido desde otro continente, por favor. El acomodador pone su mano sobre el hombro del chico, sonríe y le dice ven conmigo. Anne-Sophie Mutter interpreta el tercer movimiento del concierto para violín de Beethoven, Juan Esteban la ve de la mano del acomodador, quien además le invita chocolates.
- ¿Te acuerdas de tu papá?
- Lo conocí muy poco, murió cuando yo tenía nueve años. Lo veía como este señor muy grande que me intimidaba, de hecho me daba mucho miedo. Nunca tuve una amistad, nunca me reí con él, le tenía un respeto malsano. A veces él entraba a la casa y yo me callaba, no sé por qué.
- ¿Qué hacía tu papá?
- Era abogado, pero nunca ejerció, decía que para ser un buen empresario tienes que ser abogado. Como empresario se dedicó a la importación de autos, era el gerente de la compañía Automotores y Anexos. La verdad es que quería ser escritor.
Esteban y Mónica decidieron mudar su familia de Quito a París, darse la oportunidad de una vida diferente y, sobre todo, dársela a sus hijos. Sería perfecto, Mónica formaría parte de un mundo para el que se había preparado toda su vida, Esteban tendría el año sabático que necesitaba para escribir su novela en paz, para dedicarle a su familia el tiempo que le habían robado los negocios, y los chicos tendrían lo mejor de la cultura a la vuelta de la esquina. Si uno de ellos hubiese querido ser contador, tendría que haberlo hecho a escondidas de sus padres.
París, Francia, 1981. En vísperas de su aniversario de bodas, Esteban no piensa salir a celebrar. Abre una botella de champaña y se queda en casa con su esposa y sus hijos. Han pasado solo tres meses desde su llegada y en un par de horas tiene que salir de vuelta a Quito en viaje de negocios, cualquier festejo quedará para su regreso. Mónica quiere llevarlo al aeropuerto pero él insiste en tomar un taxi. Sebastián y Juan Esteban lo acompañan a la calle. Después de guardar su equipaje en el maletero, Esteban se inclina hacia su hijo mayor y le dice ahora tú eres el hombre de la casa. No tiene palabras para Sebastián, sólo una mirada. El taxi se aleja. Los hermanos se despiden moviendo las manos. Esteban regresa a verlos.
Dos días después, Mónica recibe una llamada del Ecuador. Le dicen que vuelva lo antes posible, con sus hijos, Esteban tuvo un accidente. Le dicen está delicado pero no le va a pasar nada. Mónica siente esa punzada en el corazón.
Esteban regresa de un almuerzo en casa de su mejor amigo en el Valle de los Chillos, al norte de Quito. El cambio de hora, los tragos, la noche. Se queda dormido sujetando el volante. El entierro es el 26 de octubre, ese mismo día, Esteban y Mónica cumplen dieciocho años de casados.
- ¿Quién tomó la decisión de volver a París?
- Antes de volver para el entierro, mi mamá nos sentó a todos en el comedor y nos preguntó si queríamos vivir otra vida en París o regresar a Quito. Finalmente nos quedamos mucho más de lo que pensaba quedarse mi papá. Yo le veo como un momento bacán, liberador, decir vamos allá, a la aventura, a ver qué pasa. Mi mamá tuvo una valentía gigante, lanzarse con cuatro hijos, sola.
- ¿Te gustó vivir en Francia?
- En Francia comencé a ir al cine. La primera película que fuimos a ver fue Cazadores del Arca Perdida, me la repetí tres o cuatro veces. Era escapismo total y de repente era wow, este es un mundo que me encanta. Con mis hermanos empezamos a ir al cine muchísimo. Era un momento en el que yo estaba especialmente vulnerable y me llegó esto de una manera muy fuerte. Aparte de las películas íbamos a dos o tres conciertos de música clásica a la semana, con mi mamá, era una forma de estar juntos.
- A ver, ¿decidiste que querías ser director de cine a los nueve años?
- Pues… sí, creo que sí.
Viviana, su hermana mayor, me cuenta que el primer sueño en la vida de Sebastián, a los cuatro años de edad, era ser Papa, ni sacerdote ni obispo sino Papa. Sebastián no lo recuerda, pero desde aquel anuncio su padre sintió por él una profunda admiración, en nada relacionada con la iglesia. Para Esteban, ser Papa significaba llegar hasta donde su pudiera llegar. El chico estaría bien.
- ¿Y qué pasó cuando tus hermanos te dijeron que iban a hacer una película?
- Para mí fue un poco un shock. Lo venía planeando desde el colegio, aplicando a universidades para estudiar cine, y de repente mis hermanos me salen con la noticia de que iban a hacer una película. Sentía como que, ¿de dónde?, ¿por qué? Me invitaron a participar, de hecho yo iba a actuar en esa película…
Quito, Ecuador, 1991. Viviana y Juan Esteban escriben el guión de Sensaciones: siete músicos jóvenes se retiran a una hacienda en la mitad del páramo y hacen un disco que revela el sonido de los Andes, en su búsqueda interior, experimentan con drogas y uno de ellos encuentra la última sensación en la muerte. Dos de esos personajes serán interpretados por Juan Esteban y Viviana. Avalon, su mascota, también está entre el reparto. El plan es que Sebastián forme parte de la producción como actor y codirector. Manuel, hermano menor de Zacarías (Juan Esteban), está basado en él, ambos nacieron en la misma fecha, son géminis y pasaron por el piano y el violín antes del saxo. El menor de los Cordero sube al tren con sus hermanos, pero el rodaje se atrasa y cuando debe elegir entre irse o quedarse no lo piensa dos veces y parte a Los Ángeles, ha sido aceptado en el programa de escritura de guión de la prestigiosa USC (Universidad del Sur de California).
- …Mi hermano me decía “de gana te gastas la plata estudiando, la universidad gringa te va a cobrar un montón de plata, por qué no te quedas aquí y haces una película, al final lo que cuenta en la vida son las películas que has hecho, no el diploma que después ni vas a poder encontrar” Irme fue la mejor decisión que pude tomar, pero una de mis grandes frustraciones es que Juan Esteban murió cuando yo estaba en mi tercer año de universidad y nunca llegó a ver nada interesante hecho por mí. Es heavy pensar que él murió a los veintiséis y para mí siempre será mayor. Ahorita he vivido mucho más de lo que él posiblemente vivió en toda su vida y siento que él ha vivido más que yo…
Quito, Ecuador, 1993. Juan Esteban escucha los temas de Jorge Villamizar, alias “Coqui”, quien luego formará parte del popular grupo Bacilos, y se compromete a componer los arreglos. Para lograr sentirlos, propone escucharlos junto a la cascada del río Pita, en el Valle de los Chillos. Son las tres de la tarde de un domingo y Avalon, la mascota de Sensaciones, forma parte del paseo. Al llegar, el labrador se lanza al agua persiguiendo su imagen, Juan Esteban entra al río para rescatarlo, el agua le llega a los talones, parece seguro. Las suelas de sus zapatos se deslizan sobre las piedras mojadas como si el río lo estuviese reclamando, no lo puede creer, alcanza a reírse mientras la corriente lo arrastra hacia la cascada, esta es la última sensación.
- … Lo mismo pasa con mi papá, murió cuando tenía 43 años, yo ya voy por 38, en 5 tendré la misma edad que él cuando murió y me raya eso, el tema de cumplir ciertas metas en cierto tiempo y a cierta edad. Para mí, después de los 43 hay como un hueco negro en mi vida, como que si me muero al día siguiente ya cumplí, es muy raro. El tema de la mortalidad, de tener un límite y del valor que le da la muerte a la vida es algo que, a pesar de que no lo he explorado abiertamente en mi trabajo, está muy presente.
- Claro que lo has explorado, súper abiertamente. Pescador (su cuarto largometraje, el guión que escribimos juntos) es la única película de Sebastián Cordero donde no se muere nadie.
- Sí, en ese sentido es la que más vida tiene.
- Voy a confesarte algo. Cuando empezamos a trabajar juntos, no entendía qué tenías en común con tus películas. Eres un tipo que vive bien, que sale de vacaciones y conoce casi que todo el mundo, pero tus temas son oscuros, eso, la verdad, me parecía un poco chanta.
Venecia, Italia, 1999. Sebastián Cordero tiene veintiséis años y estrena su ópera prima en el Festival de Cine de Venecia, es la primera vez que una película ecuatoriana llega tan lejos. Ratas, ratones, rateros, es la historia de Ángel y Salvador, dos primos salidos del Ecuador marginal que hacen su vida entre crímenes cada vez peores. Salvador es sensible y tímido. Ángel es el tipo de persona que busca sobrevivir sin que importe mucho quién se quede en el camino. Sin embargo, Salvador tiene sus pecados y Ángel sus redenciones.
- No sé, a veces la mejor forma de contar cosas autobiográficas es a través de personajes lejanos a uno mismo. Yo me identifico muchísimo con Salvador mientras que Ángel es mi peor pesadilla, pero ambos son parte de mí. Me he obsesionado con los personajes que son ambiguos, complejos, que pueden tener buenas intensiones pero igual la cagan o hacen algo bueno por casualidad. Siempre me ha frustrado, al punto de cabrearme, el sentir que algo se proyecta de una forma y no es así. Si todos estamos sufriendo, por qué no hablar de ese sufrimiento, por qué pretender que todo está bien. Un personaje perfecto es mentira, no me lo creo, siempre busco el pero y termino con personajes que están más llenos de defectos que de cualidades, igual pueden ser entrañables.
- ¿Sospechaste el éxito que tendría Ratas…?
- No. Yo hice la mejor película que pude hacer en las condiciones en las que me encontraba. Ratas… se hizo con el modelo del cine norteamericano independiente de los setentas: poner plata propia y pedirle plata a todo el mundo. Tuvo un largo recorrido por festivales internacionales y el rato de exhibirla acá fue una locura, tuvo 135,000 espectadores en cines sólo con cuatro copias, una cifra sin precedentes en el Ecuador.
- Esa película te convirtió en una personaje público. ¿Qué se siente?
- Mi vida fue expuesta, aunque la gente se me ha acercado siempre en buena onda, fue raro. Me decían “estás haciendo algo importante para el país”. Yo no hice la película pensando en el país, más bien es una peli muy crítica. Era la época del “sí se puede” y me ponían de ejemplo con Iván Vallejo (el montañista que conquistó el Everest) y Nicolás Lapentti (tenista, sexto en el mundo en 1999). Al final de ese año me invitaron a ser jurado en el Reina de Quito.
Sebastián Cordero es el tipo de persona que te permite ser invisible. No se lo propone, simplemente pasa. Te sientas a comer pizza con él y debe levantarse una o dos veces a poner el brazo sobre los hombros de un perfecto desconocido y sonreír para el lente de un teléfono celular. En pleno páramo, mientras rueda una escena de Pescador, los curiosos se detienen, bajan de sus autos y caminan entre la neblina para pedirle un autógrafo. En Guayaquil, la administradora de una cevichería pone una botella de vodka sobre la mesa y dice “es un honor tener al maestro con nosotros”, después, obvio, hay una fila de meseros esperando tras ella el turno de posar junto al maestro. Cabrón.
- Hubo mucha expectativa por tu siguiente paso, ¿sentías presión?
- En ese momento me pesaba mucho que todo el mundo estuviera pendiente de mí. Tal vez por eso me demoré un ratote en hacer la siguiente.
Cannes, Francia, 2004. Crónicas, su segunda película, se estrena en la sección oficial Un Certain Regard (una cierta mirada) del festival de Cannes, acaso el más célebre del mundo, es la primera vez que una película ecuatoriana llega tan lejos. Cordero desfila por la alfombra roja acompañado del elenco: John Leguizamo (ejemplo perfecto del hijo de migrantes latinos que triunfa en USA), Leonor Watling (una chica Almodóvar) y Damián Alcázar (uno de los actores mexicanos más premiados de todos los tiempos). Dos de los varios productores de la película son Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, ambos nominados al Oscar. El productor ejecutivo es Jorge Vergara, magnate mexicano, dueño de la marca de suplementos alimenticios Omnilife, quien antes había invertido capital en proyectos de Cuarón (Y tu mamá también) y del Toro (El espinazo del diablo).
De alguna manera, Crónicas es la película más exitosa y menos popular de Cordero. Por un lado, le abrió las puertas del exterior, lo conectó. Por otro, tuvo menos de la mitad de espectadores que Ratas… Incluir un reparto internacional le sumó credenciales y le restó identidad. Aunque pase en Babahoyo y esté impecablemente realizada, es difícil saber de dónde es o para dónde va. Isabel Dávalos, su ex esposa, trabajó en la producción de Crónicas y tiene muy claros los factores que, según ella, provocaron el “fracaso” comercial de la película. “Primero, le cedimos todos los derechos a Jorge Vergara para que el Sebastián pudiera hacer su película a lo grande. Segundo, cuando entraron los actores internacionales perdió mucho de su esencia original. Tercero, al momento del estreno, el Sebastián y yo nos estábamos separando, no teníamos ni la química ni el ánimo para sacarla adelante, cuando te divorcias, los primeros meses son los peores. Cuarto, en México se estrenó un año después de Cannes, cuando ya había sido absolutamente pirateada. Quinto, en Estados Unidos fue promocionada como una película para migrantes. Esa película fue una inversión a la carrera del Sebastián, y en eso funcionó muy bien.”
- Mirando para atrás, ¿crees que tener actores internacionales le ayudó a la película?
- La película es sobre un equipo de televisión que llega a Babahoyo tras la pista de un asesino en serie que viola niños pequeños. Que el equipo fuera de Miami me parecía lógico, creo que la película ganó con el reparto internacional, siento que funciona bien. Yo sé que en el Ecuador la percepción es que Crónicas fracasó porque tuvo menos espectadores que Ratas…, pero a mí me abrió muchísimas puertas.
- Te pesa ser un cineasta más de crítica que de público.
- Quien te diga que no le importa si el público va a ver su película te está mintiendo, eso no es real. Eso es fácil de decir hasta que el público sí va a ver la película.
- ¿Eres la persona que quieres ser?
- Tengo una onda constante de sentir que lo que estoy haciendo no es suficiente, ¿suficiente para quién?, no sé. Miro para atrás, y no tengo ese rollo. Mirando para atrás, el tiempo desperdiciado es el que más me gusta. Los días en los que teniendo cosas que hacer me he hecho la pera y me he puesto a ver una película encerrado en mi casa, eso es una maravilla, pero para llegar a eso, me azoto, me atormento mucho. Lo que me encanta de un rodaje es que todo se pone en paréntesis y tengo una reafirmación de que lo más importante en mi vida en ese momento es filmar, cualquier otra cosa puede pasar a un segundo lugar en las prioridades, eso me alivia profundamente. El estrés gigantesco de un rodaje es menos estresante que la vida diaria, en la que no sé si debería estar haciendo más. En un rodaje sé que debo cumplir con ciertas obligaciones. Es terrible, debería estresarme más pero más bien me tranquiliza, es una estructura que va hacia delante.
- Creo que estás cerca de la persona que quieres ser, por lo menos más de lo que piensas.
- Lo que quería de niño, de adolescente, cuando pensaba en dedicarme al cine, era poder dedicarme solo a eso, que esa sea mi actividad, y poder hacerlo de largo. Ya van cuatro largos y espero que vengan muchos más. Habrá películas a las que les vaya mejor que a otras, que harán más dinero que otras, que tengan mejores críticas que otras. Mientras pueda seguir contando historias, todo bien. El poder seguir haciendo cine ya es que me vaya bien.
Miércoles, 4 de agosto, 2010. Hemos hablado toda la noche y estamos algo mareados. A pocos meses del estreno de su tercer largometraje en el Ecuador, Sebastián Cordero está nervioso. Rabia, producida íntegramente en España, ha sido un éxito rotundo en festivales pero aún no logra captar al gran público. El chico, qué duda cabe, todavía quiere ser Papa. Cabrón.
(Mundo Diners, octubre de 2010)